MI CAMINO

martes, 2 de septiembre de 2014


Heb, 2: 10

 

Hoy miraremos este precioso versículo con sumo cuidado porque puede ser mal interpretado pensando que Jesucristo hubiera necesitado ser perfeccionado en su vida o ministerio en la tierra. Miraremos también un poco lo que el autor ve como la culminación de la salvación, esto es, la gloria.

 

En este versículo vemos al Padre como la causa y el efecto de todas las cosa. Pablo lo pone de esta manera; “Porque de él, y por él y para él son todas las cosas” Ro. 11:36. Pero en el caso de nuestro texto se está refiriendo a la manera en que el Padre estuvo involucrado en la vida de Cristo desde su nacimiento. Nuestra salvación fue planeada y llevada a cabo por la Trinidad.   En cada momento de la vida y ministerio de Cristo estuvieron totalmente envueltos el Padre y el Espíritu Santo, hasta los más mínimos detalles.

 

Uno de los esos detalles fue el sufrimiento  y la muerte de Cristo. Debemos de tener cuidado de no interpretar este versículo como si dijera que Cristo fue hecho perfecto por medio del sufrimiento. No, Cristo fue perfecto en todo momento y el sufrimiento no agregó o quitó nada de su perfección moral. Solo unos versículos antes hemos visto al Hijo como el resplandor de la gloria del Padre y la imagen de su misma sustancia. Debemos mirar este versículo en el contexto de su ministerio sacerdotal como dicen los versículos 17 y 18. Para que este sumo sacerdote pudiera ser perfeccionado, o consumado, como también puede traducirse del griego, era necesario que pudiera simpatizar con los sufrimientos de aquellos por los que intercede. Es por esto que Cristo puede cumplir su sacerdocio a la perfección, por cuanto él también ha padecido y sabe lo que es ser tentado.

 

Todo este padecimiento de Cristo no fue casual, sino que como dice el texto “convenía” o era adecuado,  esto era en el plan divino, ya que había sido profetizado de ante mano.

Fue precisamente el sufrimiento y la muerte una de las causas del rechazo del Mesías. Cristo reprendió a los discípulos incrédulos con estas palabras; “… ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria? Luc. 24:25,26. También, 1Pe. 1:11. Hch. 3:18. Pablo lo llama el tropezadero de la Cruz (1Co. 1:23).

 

Todo esto fue con el fin  de; “…llevar muchos hijos a la gloria.”

Gloria es el final de nuestra redención. Gloria es el fruto de la Cruz. Fuimos creados para gloria (1Co. 11:7). Ese era nuestro destino. Unos días atrás mirábamos el salmo de David (Sal. 8:4-6) que dice con respecto al hombre;”…Lo hiciste poco menos que los ángeles. La coronaste de gloria y honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos…” La creación (especialmente el hombre) fue un espejo donde Dios podía reflejar su gloria. (1Co. 11:7) Yo soy partidario de los que creen que Adán y Eva estaban cubiertos de un resplandor de gloria que cubría sus cuerpos. Es por ello que cuando pecaron vieron que estaban desnudos. Moisés, Esteban, los ángeles y Jesús también son casos donde vemos ese fulgor.

 Pero lamentablemente por un hombre entro la muerte, que es la corrupción de la gloria. Pablo nos dice; Sin embargo Pablo nos dice; “…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23) El pecado nos hizo que perdiéramos nuestro destino de gloria.

Dios tenía que comenzar de nuevo, hacer una nueva creación donde esta vez la gloria estuviera garantizada por uno que sería fiel y recibiera la gloria por todos.

Aún así la muerte tenía que seguir su curso de corrupción porque así había sido decretado por Dios. (Gen. 2:17).

Así que en su infinito amor Dios se proveyó  de un postrer Adán fiel y al mismo tiempo capaz de tomar sobre sí mismo esa muerte. (1Co. 15:20-22). El gustó la muerte para que ahora viniéramos a Dios en resurrección en Vida Nueva incorruptible. La resurrección es la destrucción de la muerte, la anulación de la corrupción, el comienzo de la glorificación. Aquellos que han creído son los que, “buscan gloria y honra e inmortalidad” (Ro. 2:2)

 

Dios tiene que reconciliar todo consigo  mismo, recibir todo en resurrección porque este orden en que vivimos, este siglo (el viejo orden) ha sido todo contaminado, incluso la naturaleza (Ro. 8:18-23)

El es un Dios de vida que no tiene nada con la muerte, es un Dios de gloria que no tiene nada que ver con la corrupción y la caries.

 

Así que en primer lugar y dando el primer paso a nuestro regreso a gloria hemos sido incorporados en la resurrección de Cristo. La vida espiritual que corre por las venas de nuestra alma es pura, santa, inmortal, incorruptible y gloriosa. El hombre interior nuestro está en primicia de gloria porque ha sido santificado. (Ro. 5:1,2) Ahora “nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Esta esperanza de gloria, como dice Pablo más adelante (Col. 1:27), es Cristo en nosotros.

Asi que para el cristiano ya ha comenzado el proceso de glorificación porque Santidad es el comienzo de la glorificación y glorificación es santificación consumada. Es por ello que el llamado del Evangelio es, “…para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2Tes. 2: 13, 14) y esto, “…mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.”  

 

 

No solamente nuestro hombre interior, nuestro espíritu, sino que también nuestro cuerpo ha de ser glorificado e incorrupto.  (1Co. 15:42-44; Fil. 3:21) Este cuerpo será semejante al de nuestro Señor Jesucristo, porque como dice nuestro texto de Hebreos Él es nuestro líder, nuestro precursor. Esto es una traducción alternativa a la palabra “autor” que vemos en Heb. 2:10. La idea es que nuestro Señor, como nuestro líder va delante de nosotros tanto en la muerte por todos como en la glorificación por todos. Esta imagen la vemos cuando los Israelitas cruzaron el Jordán y entraron en la tierra de promesa,  llevando siempre delante de ellos el Arca de la Presencia, con lo Querubines de Gloria.

 

Hemos estado viendo como las palabras “inmortalidad” y “gloria” suelen ir unidas a menudo. Igualmente podemos ver “gloria” juntamente con “sufrimiento”. En el texto que estamos considerando vemos esto mismo, que para llevar muchos hijos a la gloria, era conveniente que nuestro Salvador fuera afligido. La iglesia, esto es, la Esposa, también ha sido llamada a la aflicción en este mundo, como Jesús dijo; “en el mundo tendréis aflicción” (Jn. 16:33). Para la iglesia primitiva el pasar por aflicción era algo que no debía de sorprender como si fuera algo extraño (1Pe. 4:12). Y el Apóstol Pablo pone este binomio de gloria y sufrimiento juntos en Ro. 8:17, de tal manera que la tribulación produce en nosotros un eterno paso de gloria. 1Co. 4:17.

 

SI OYERES HOY SU VOZ

 

Hoy nos gozamos en la esperanza (garantizada y segura) de Gloria porque el Señor de gloria mora en nosotros.

 

Pero Gloria no es solo una esperanza sino una realidad presente aunque no consumada ya que estamos siendo transformados de gloria en gloria a Su imagen (2Cor. 3:18)

 

El Espíritu Santo ha venido a nosotros para glorificar a Cristo tomando su persona y obra con el fin  hacérnoslo saber. Esto es, hacerlo nuestro, revelarlo e impartirlo. Esta es nuestra herencia, nuestra gloria, nuestro gozo de salvación, nuestra vida eterna. Cada día un poco más de Él. Cada día un poco más a su imagen, mientras esperamos su gloriosa venida.

 

Bendiciones