MI CAMINO

sábado, 12 de septiembre de 2015


Romanos 2,17-29

 

El argumento Paulino que hemos estado viendo en los capítulos uno y dos es el justo juicio de Dios contra todo “hombre que detiene con injusticia la verdad” (Ro. 1:18). Primero lo vimos con respecto al gentil. Este es poseedor de la revelación natural de Dios y por tanto responsable, según su conciencia, de glorificar a Dios. Pero por el contrario, el hombre prefirió dar culto a la creatura antes que al Creador. Esto le llevó en una espiral de descenso, deshonrándose a si mismo y deshumanizándose, ya que la humanidad fue creada para reflejar a su Creador.

 

Pero como ya hemos visto el Evangelio de salvación no solo es para el gentil, sino que también y en primer lugar, es para el judío. (Ro. 1:16). En los versículos que trataremos hoy Pablo argumentará que el Judío, a pesar de poseer la revelación especial de Dios, tampoco glorificó a Dios y por lo tanto también necesita la salvación que solo viene por medio de oír con fe el anuncio (Evangelio) de Cristo Jesús.

 

 

Circuncisión y Ley.

La circuncisión y la Ley son las dos verdades centrales y fundamentales del judaísmo. Podemos decir que es lo que distingue al gentil del judío y por tanto lo convierte en el pueblo elegido por Dios. (Dt. 4:37; 7:6:8; 10:15; Isa. 44:1,2; 45:4; 65; 9, 15,22; Am. 32).

Dios entregó a circuncisión a Abraham como señal del pacto que hacía con él y su descendencia. Por medio de la circuncisión es que uno entraba a formar parte del pueblo elegido.

Elección era motivo de orgullo nacional y la base y confianza de salvación, aunque Juan el Bautista argumentaba lo contrario. (Luc. 3:8).

 

La Ley que Dios entregó por medio de Moisés también era motivo de orgullo nacional. En ella, este pueblo elegido, recibió la revelación de Dios, la instrucción para mantenerse en el pacto, el culto etc. (Ro. 9:4,5)

 

Ahora bien, el llamado y elección de Israel fue un llamado vocacional y no una lección particular y caprichosa.  Dios llamó a Abraham y por tanto a Israel para que todas las naciones fueran bendecidas. (Gen. 12:3; 18:18; 22:18; 26:4; Ro. 4:11; Ga. 3:8).

Dios llamó a Israel para que por medio de él pudiera deshacer o destruir el pecado que entró por medio de Adán. Para que fuera instrumento de salvación a las naciones. (Is. 49:6; 60:3).

 

Pero no solo que Israel no entiende su llamado vocacional, sino que llega a ser parte del problema deshonrando a Dios, como denuncia Pablo (Ro. 2:23,24) citando a Isa. 52:5. Ver también Ez. 36:20-23.

 

El argumento de Pablo.

Desde el verso 17 al 20 Pablo resalta la bendición de poseer la Ley; Se glorían en Dios, conocen su voluntad, pueden discernir lo bueno de lo malo, son guía de ciegos y luz a los que están en tinieblas, en la ley tienen el conocimiento perfecto y total de la vida.

Todo esto es verdad y bueno si al mismo tiempo cumplen lo que la Ley les ordena, de lo contrario en lugar de traer gloria a Dios traen deshonra.

 

El segundo argumento no solo es que están deshonrando a Dios entre los que tenían que santificar a Dios por medio de la obediencia, sino que al mismo tiempo están anulando el pacto y por tanto la elección.

En el verso 25 Pablo claramente expone que la permanencia en el pacto es a condición de guardar la Ley. Si el judío transgrede la Ley su circuncisión queda anulada y viene a ser incircunciso, esto es, igual que el gentil.

Esto nos da a entender que la obediencia a la ley no para ser salvo, sino para continuar en la salvación que viene por la elección y pacto. (Daremos una aplicación de esto en la conclusión).

 

 

E los dos últimos versículos (28,29) Pablo nos da su definición de lo que es ser Judío. Esta es la definición  que mantendremos en el estudio del libro de Romanaos, incluso cuando lleguemos a los capítulos, 9, 10,11. 

 

En estos versículos Pablo está haciendo un contraste entre la verdadera religión y la falsa al igual que Jesús lo hizo en el sermón del monte. Una es la religión externa, la de las apariencias, la que busca y vive para la alabanza de los hombres. La otra religión es la interna, la que se vive en lo secreto y busca la alabanza de Dios.

 

No hay ningún rito o ceremonia externa que nos pueda hacer salvos. Solo la obra de Dios por el Espíritu y en lo interior del hombre. Este es la religión que Dios siempre quiso de su pueblo. (Dt. 10:16; 30:6; Jer 4:4; Col. 2:11-12.) Como podemos ver en estos versos, pacto y Ley van estrechamente unidos. Esto es,  elección y obediencia.   

 

APLICACIÓN.

Es imposible no sentirnos aludidos como cristianos en una sincera lectura de estos versículos. Nosotros también hemos sido elegidos en Cristo. Nosotros también hemos entrado a formar parte de un Nuevo Pacto. Nosotros también hemos recibido una Ley escrita en nuestros corazones y nosotros también hemos sido llamados a ser “luz del mundo”

Sin embargo, al igual que el judío de texto que estamos viendo, nuestro testimonio entre los incrédulos en muchos casos no glorifica a Dios.

Las estadísticas de albortos, divorcio y relaciones sexuales ilícitas son prácticamente las mismas fuera que dentro de la iglesia.

Las palabras de Pablo en Ef. 4:4-6 “…un cuerpo y un Espíritu, como también fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios y Padre de todos…” Como digo, estas palabras han caído en oídos sordos ya que al momento hay más de 33.000 diferentes denominaciones de cristianos en todo el mundo.

 

Solo puedo pensar que al igual que Israel, que Dios guardó siempre un remanente por gracia, también en el cristianismo hay un remanente que Dios guarda por amor a su Nombre.