MI CAMINO

lunes, 6 de junio de 2016


JUAN EL BAUTISTA, UN MINISTERIO MENGUANTE



En nuestro seguimiento de Jesús a través del Evangelio de Juan es necesario que consideremos  a Juan el Bautista y su ministerio. Podemos aprender mucho cuando observamos la relación entre el ministerio de Juan y Jesús. Todo cristiano tiene un ministerio, un área de servicio que Dios nos ha dado cuando hemos recibido La Unción (el Espíritu Santo).  Entre otras cosas el Espíritu nos ha sido dado para que Dios pueda hacer su obras por medio de nosotros.

Los versos 6 al 8 nos dicen claramente de Juan que fue enviado de Dios para que diese testimonio de la Luz. Ya en estos primero versos podemos ver un principio espiritual importantísimo. Todo ministerio y todo don ha venir por iniciativa divina. Incluso Jesús aseguró en muchas ocasiones que Él no vino ni hacia obra alguna por iniciativa propia, sino que fue enviado por el Padre.

Cuando Pablo introduce el tema de los dones en su primera de Corintios dice; “…hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos…” 1Co. 12:6.

Siempre, y hoy más que nunca, se han levantado autoproclamados apóstoles, profetas que más que avanzar, estorban la obra.

Cuando los discípulos vieron la gloria de Jesús en el monte santo tomaron la iniciativa de sugerir al Señor levantar tres enramadas. No tardó en venir la corrección del Cielo diciendo; “…este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia a él oíd…” (Mt.17:5)

Por el contrario Juan dice de sí mismo; “…Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo…”; (Jn. 1:33). En este verso Juan claramente nos muestra sus credenciales al decir; “…el que me envió a bautizar” El poder y la autoridad del siervo  reside en el poder y autoridad del que le envía. Si nosotros somos los que nos enviamos, ese será nuestro poder y autoridad.



Este mismo verso que hemos leído nos muestra otro principio espiritual importante. Cuando Juan fue enviado a bautizar, fue enviado con un mensaje, que básicamente diciendo;  “detrás de mi viene uno que bautiza con el Espíritu Santo.” Juan andaba predicando de uno que no conocía hasta que se cumplió la señal que recibió mientras aperaba la Palabra de Dios en el desierto. (Lc. 3:2). La señal era: “Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo.” (Jn. 1:33). El principio al que me refiero es que todo ministro ha de tener una revelación de Cristo. Esa revelación suele ir en proporción al ministerio que ha de desarrollar. Pedro recibió esa revelación (Mt. 16:18). Pablo recibió esa revelación (Ga. 1:15). Al fin y al cabo todo ministro ha de saber que es  Cristo que ministramos. No es salvación que ministramos, no es conocimiento, nos es ciencia o consejos buenos. Es Cristo, para que Él sea todo en todos. (Hablaremos un poco más de este tema más adelante).

Es necesario que el mensajero conozca su mensaje, esté familiarizado con su mensaje. No podemos dar testimonio de algo o alguien que no conocemos. Pablo le dice a los Corintios; Cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios…me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1Co. 2:1,2). Nosotros hemos sido enviado a ser testigos o dar testimonio de Jesucristo (Hch. 1:8). A Cristo anunciamos y a Cristo hemos de conocer.



El Evangelio de Juan es conocido por “Las Siete Señales” que Jesús hizo y por “Los siete YO SOY” que Jesús pronunció a lo largo de su ministerio. En contraste a esto podemos ver que una característica del ministerio y la persona de Juan es el énfasis en la idea de “YO NO SOY”

“No era él la luz…” Jn. 1:8; “Yo no soy el Cristo” Jn. 1:20; “No soy Elías” Jn. 1: 21; “No soy el profeta” Jn. 1:21. “Yo no soy digno de desatar la correa de su calzado” Jn. 1:27.   En cierto modo Juan declara que él no es el que bautiza con el Espíritu Santo Jn.1:33, ni es el esposo. Jn. 3:29.   

En resumidas cuentas Juan dice de sí mismo, “…yo soy la voz de uno que clama en el desierto” (Jn. 1:23). Y de su ministerio dice; “…Es necesario que él crezca, pero que yo mengue” (Jn. 3:30).



Creo que es fácil descubrir aquí el principio espiritual al que me refiero. La gloria del mensajero no está en él mismo, sino en el mensaje que lleva. La atención no ha de estar puesta en el mensajero, sino en el mensaje. En cuanto más desapercibido sea el mensajero, más resaltará el mensaje que lleva. Las señales de tráfico en la carretera han de dar un mensaje claro sin llamar demasiado la atención a sí mismas no sea que al distraernos tengamos un accidente.

 Y esto es en ocasiones lo que he visto, accidentes espirituales, cuando hay líderes o pastores que por su personalidad o habilidad oral llaman demasiado la atención a sí mismos. Otros causan accidentes por su influencia personal o abuso de autoridad.

Cuando a Juan le dijeron que sus discípulos se estaban yendo tras Jesús, respondió con la más gloriosa respuesta que ha de gobernar todo ministerio. (Jn. 3:27-31).

Hermanos, que nuestro ministerio sea menguante y nuestro gozo será cumplido a medida que vemos la Luz de Cristo aumentar  en el rosto de los que estamos sirviendo.

Nuestro servicio o ministerio será más eficaz a la medida que Cristo va creciendo en nosotros al tiempo que manguamos. Esto es por medio de la llenura del Espíritu.

Pedro y Juan cuando se encontraron con el cojo a la puerta del templo, reconocieron su pobreza al tiempo que supieron de su riqueza en Cristo. Cuando la Iglesia aprenda que todo enriquecimiento en habilidad natural y posesiones no es más que pobreza, comenzará a recuperar su gloria en Cristo.



Hemos estado considerando tres principios espirituales que se dejan ver en la relación de Juan el Bautista con el Señor. Sería bueno que hoy nos pusiéramos delante del Señor en meditación para considerarnos a nosotros mismos bajo estas tres mismas reglas. Quizás no te sientes totalmente identificado porque tú no eres un pastor u ocupas un lugar de liderazgo en tu iglesia. Pero has de saber que todo lo que hacemos, incluso en lo que “llamamos vida secular” es ministerio.  Pablo nos muestra una regla que puede ser aplicada a todo, cuando dice; “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” (1Co. 10:31). ¿Has pensado alguna vez que por el hecho de ser habitado por el Espíritu de Cristo, todo lo que haces y dices es ministerio? Qué bueno y provechoso sería que en todo momento fuéramos conscientes de que somos Embajadores de Dios. Que en todo lugar que estamos llevamos la fragancia de Cristo. No necesitamos un diploma que diga que somos ministros. No necesitamos credenciales de ninguna organización terrenal. Dios el Padre te ha acreditado cuando te confió Su Espíritu. Eres un diplomático y embajador  de la Sion celestial. En todo momento y lugar representas tu Nación y tu Rey.



Termino con esta breve  sugerencia      Lucas nos dice así de Juan; “…vino palabra de Dios a Juan….en el desierto” (Lc. 3:2) El primer llamado que Juan recibió no fue para ir a predicar ni a bautizar. El primer llamado fue a esperar la palabra de Dios en el desierto. Cada momento que esperamos en Su presencia para escuchar su palabra no es tiempo perdido. El leñador no pierde tiempo cuando afila su hacha.

Si eres siervo las palabras de Samuel deben de estar continuamente en tu boca; “Habla, Jehová, porque tu siervo oye.” (1Sa. 3:10.)



¡¡Señor vacíanos de todo lo que no eres TÚ!! Que tu riqueza en nosotros sea tu Don celestial. Que entendamos que nuestra gloria está en nuestra humillación porque tu resistes al hombre que confía en si mismo pero das gracia al humilde.

Espíritu Santo llénanos de Cristo a servirlo a los que nos rodean.










lunes, 9 de mayo de 2016


INTRODUCCIÓN AL TEXTO BIBLICO



Antes de comenzar las meditaciones en particular creo conveniente que demos un vistazo general el texto bíblico. Pero recuerda, esto no es un comentario del Evangelio de Juan, es una guía para que puedas meditar con la intención de seguir a Jesús como discípulo. Yo solo resaltare algunos puntos del texto que te pueden ayudar, pero tu meditación es libre y personal, confiando en el Espíritu Santo que conoce tu estado y progreso espiritual.



Juan nos dice claramente cuál fue el propósito que tenia para escribir su evangelio. Esto  nos lo dice inmediatamente después del relato de la incredulidad de Tomás. (Jn. 20: 30,31). Juan escribió para que creamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios y para que creyendo tengamos vida. Este corto epilogo nos anticipa lo que podemos esperar en nuestras meditaciones. Primero es que tendremos una revelación de Jesús como Mesías y como Hijo de Dios. Segundo es que nuestra fe en Jesús aumentará y será fortalecida. Tercero tiene que ver con VIDA. El Evangelio de Juan tiene que ver fundamentalmente con vida, vida eterna, que es la vida de Dios en el hombre. Ya desde la principio vemos (v.4) como Juan introduce el tema de la VIDA y seguirá repitiendo esta palabra 47 veces. Aparecerá como vida eterna, agua de vida, pan de vida, palabras de vida, luz de la vida, resurrección y vida, etc.  De hecho que Juan dice que Jesús es la manifestación de la vida. (1Jn. 1:2). En nuestro seguimiento de Jesús en este Evangelio podremos observar lo que verdaderamente es la vida eterna que hemos recibido. En cierta medida nosotros también somos manifestación al mundo de la VIDA ETERNA. (Jn. 6:57).



Juan suele usar conceptos o elementos opuestos en su relato, como por ejemplo; Luz y Tinieblas. Ley y Gracia. Carne y Espíritu, etc. Esto lo hace, creo yo, para diferenciar entre lo verdadero y lo falso. Él mismo dice que Él es LA VERDAD Y LA VIDA que como camino llevan al Padre. Para demostrar esto a lo largo de su relato irá trayendo a luz la oposición de los Fariseos como representantes (no todos) de la religión falsa que no produce vida ni lleva al Padre. Hasta tal punto que en una ocasión les tiene que decir claramente que ellos “”son de su padre el diablo” (Jn. 8:44). Esto es un tema interesante de observar a medida que vayamos meditando y siguiendo a Jesús como Verdad y al mismo tiempo descubriremos la religión falsa.

Una nota aclaratoria es necesaria en este momento. Yo no estoy diciendo que el Antiguo Testamento o la Ley de Moisés es una religión falsa. Una gran mayoría de Escribas, Fariseos y Saduceos (Sacerdotes) eran más seguidores de la tradición oral (Talmud) que de la Ley de amor y gracia que Dios les dio en el Sinaí. Jesús mismo los reprende en este aspecto. (Mr. 7: 9-13). El Antiguo testamento es LUZ que alumbra y da testimonio de Cristo y la Ley de Moisés fue dada en un acto de amor y gracia de Dios, no solo a su pueblo, sino a todo el mundo.



Esta pequeña introducción es suficiente para darnos una idea del tema central de este Evangelio que es VIDA ETERNA MANIFESTADA. No solo manifestada, sino impartida a los hombres que creen en su NOMBRE. Esto es en contraposición a la falsa vida que ofrece la religión falsa que el Diablo siempre ha querido mezclar o diluir en la Palabra de Dios.





 PRIMER CAPÍTULO (Sugerencias para meditar)

Juan comienza su Evangelio obligándonos a mirar el relato de Génesis. Génesis es el principio de la primera creación por la Palabra de Dios. El Evangelio de Juan es el principio de la SEGUNDA CREACION, o Nueva Creación, también por medio de la Palabra de Dios.



El igual que en la primera creación todo fue hecho por la Palabra y sin ella nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. Tenemos que considerar que en la Nueva Creación nada es hecho que no sea por medio de la Palabra. A lo largo del seguimiento iremos viendo enfáticamente que el Padre es el origen de todo, la Palabra, (Jesucristo) es el medio  por lo cual todo es hecho y existe y el Espíritu en nosotros es el poder por el cual todo es ejecutado. De ahí la importancia del seguimiento la comunión y la obediencia. Idealmente toda obra o acción del cristiano ha de guardar este importante principio espiritual, de lo contrario entramos en antagonismo con el Espíritu que es LA CARNE o la religión falsa. Santificación básicamente es el proceso por el cual somos purgados de la carne  o lo que pertenece al hombre natural no regenerado.



En Génesis también vemos un árbol plantado en medio del huerto que su fruto es VIDA. Ese árbol nuevamente es plantado en la Tierra de la Promesa pero esta vez es un Árbol Vivo del cual todos tienen que comer si quieren tener vida. (Jn. 6:54ss). Este árbol es nuestra comida eterna para salvación y sanidad. Ap. 2:7; 22:2,14.



Al igual que en la primera creación es la luz el primer acto de la creación por la Palabra. También en la Nueva creación vemos que la Luz resplandece en medio de las tinieblas. Luz es la manifestación visible de la VIDA (Jn. 8:12). Cuando la Vida viene a nosotros comienza el proceso de disipación de tinieblas, no solo en nosotros, sino en todo lo que nos rodea. Juan lo pone así en su primera epístola. (1Jn. 2:8).

Cuando el Señor terminó su primera creación, se gozó en ello y los bendijo. Esto mismo vemos en la Nueva Creación. El Señor llenó aquellos hombres de luz y les ordenó que se repartiesen por toda la tierra para que el mundo sea llenos de la luz verdadera que alumbra a todo hombre.



Otro tema en el cual también podemos meditar es en el rechazo de Dios, el rechazo de la vida. Adán rechazó la vida de Dios a cambio de su propia vida. Son palabras muy tristes de oír las que dicen los versos 10 y 11. El mundo no le conoció y los suyos no le recibieron. Pero siempre la gracia Divina sobreabunda sobre el pecado. (Ro. 5:20) porque Él ha llamado para que muchos crean en su Nombre y a estos les ha dado la adopción en el Amado.

Esta adopción no es como la que pueden hacer el hombre que solo consiste en un acto legal. Juan nos dice que es una adopción por medio de engendro. Al igual que Juan, el apóstol Pedro nos dice que hemos sido engendrados por la Palabra de Dios (1Jn. 1:23) y por ello somos “participantes de la naturaleza divina…” (2Pe. 1:4).

Pero es importante el recalcar el énfasis que Juan le da a este acto divino. Al igual que en la primera creación no hubo ninguna posible cooperación del hombre, también en este acto de la nueva creación no hay ninguna colaboración del hombre. No hay “voluntad de carne” ni “voluntad de varón” sino solo de Dios. Aleluya.



Dejamos aquí nuestra meditación. Creo que es más que suficiente para pasar dos semanas en la presencia del Señor y tener santa comunión con estas preciosas y divinas palabras. No tengas prisa, dale tiempo a que la palabra profundice en ti. Repítela de muchas maneras. Un día puedes usarlas como alabanza y acción de gracias. Otro día pomo petición para ti. Otro día como intercesión para tus amados.



Que el Señor te bendiga y te de la gracia de  su presencia manifiesta.




jueves, 28 de abril de 2016


SIGUIENDO A JESUS EN EL EVANGELIO DE JUAN (INTRODUCCIÓN)



Como ya mencionamos anteriormente el propósito de estos estudios (si los podemos llamar así) es hacer un seguimiento de Jesús tomando al discípulo Juan como testigo presencial y al Espíritu Santo como guía e intérprete.

Esto no es un estudio teológico o exegético  del texto bíblico. Podemos tener la interpretación correcta y verdadera del texto bíblico y sin embargo no ver a Jesús. Juan nos da testimonio que algunos judíos de su tiempo tenían un buen conocimiento de la palabra de Dios y sin embargo no pudieron ver a Dios, la Palabra encarnada. Jn. 5:39.Aquel Verbo Eterno de Dios vino a nosotros velado en carne humana y es necesario que el Padre nos permita ver dentro del Velo para declarar como Pedro; “…tú eres el Cristo, el hijo de Dios” Esto no les debía haber extrañado a los judíos de aquel tiempo porque Dios estuvo con ellos en el Tabernáculo velado con pieles de cabra.



Nuestro propósito es entrar en la escena bíblica en adoración, amor  y reverencia, y allí tener comunión con Jesús. Por medio de la imaginación y el texto bíblico podemos ser testigos presenciales.  Podemos escuchar las conversaciones y las reacciones. Podemos hacer presente a Jesús y hacerle las mismas preguntas o diferentes. Podemos adorarle como ciego que ha recibido la vista o como leproso que ha sido limpiado. Podemos ungir sus pies con el perfume de nuestra adoración y reclinarnos en su pecho en un acto de amor.



Lo importante es hacer presente a Jesús y dejar que nos hable por medio del Espíritu. Esa impresión en nuestra mente de Su presencia y de la palabra que el Espíritu nos dé, será la clave de comunión para el resto del día.

Sabemos que cada día trae su propio afán y como Marta, es necesario que atendamos a mil cosas. Es en ese sin fin de acciones, pensamientos y reacciones, todo ello necesario, que perdemos esa comunión y presencia lo cual nos hace caer en pequeñas faltas. Son estas pequeñas pifias que agotan nuestro espíritu. Como dice el cantor de Israel que “…son las pequeñas zorras que echan a perder las viñas” (Can. 2:15). Es necesario volver una y otra vez a Su presencia a lo largo del día para beber del agua de vida, para oír la voz del Señor, para ver las obras que el Padre nos quiere mostrar.

Algo que está claramente documentado en los evangelios es que Jesús estaba continuamente consciente del Padre  y moviéndose en Su presencia. Esto mismo es lo que en Jn. 15 enseña a sus discípulos antes de su partida.



Para hacer este seguimiento de Jesús es necesario que afinemos de nuevo o quizá aprendamos la disciplina de la meditación bíblica. Lamentablemente esta disciplina se está perdiendo entre los cristianos, si no es que se ha perdido ya. Me pregunto cuántos de nosotros hemos asistido a un seminario de meditación bíblica organizado por la iglesia a la que pertenecemos.

Nuestra lectura bíblica suele ser fundamentalmente para adquirir conocimiento, o en el peor de los casos  para seguir un programa rutinario de lectura, que acalle nuestra conciencia. Esto produce cristianos superficiales o envanecidos, como dice Pablo; “ …el conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1Co. 8:1).

Es necesario que el texto bíblico pase de la mente al corazón, al hombre interior, que es el asiento de nuestra voluntad y emociones.

Esto es posible cuando le permitimos al Espíritu Santo tomar la Palabra y escribirla en las tablas del corazón.

Esa palabra tiene que ir calando y calando profundamente como lluvia suave que ablanda la tierra que ha de ser labrada. Y no como lluvia torrencial (acumulación de información bíblica, cursos rápidos, seminarios, etc.). Todo esto solo  llena de información nuestra libreta de notas que al fin y al cabo nos dejará igual que antes sin haber transformación. Seguimos siendo el mismo, solo con un poco mas de información.



Cuando Dios estaba preparando a Josué para tomar la tierra prometida, uno de los requerimientos para el éxito de la conquista era que meditara en el libro de la ley. Igualmente el Salmo uno habla de las bendiciones de aquellos que meditan en la ley de día y de noche. La palabra hebrea para meditar ( (hagah) se traduce en otros textos como “murmurar, susurrar, gemir, imaginar y rugir”



George Whitefield dejó escrito en su diario “…comencé a leer las Santas Escrituras de rodillas, dejando de leer todos otros libros, y orando si era posible en cada línea y palabra. Esto demostró ser para mi verdadera comida y bebida para mi alma. Diariamente recibí nueva vida, luz y poder de lo alto. Adquirí más conocimiento verdadero leyendo el Libro de Dios en un mes, de lo que podría haber recibido de todos los escritos de los hombres”



En nuestro seguimiento de Jesús no será necesario leer porciones largas del Evangelio. Los antiguos puritanos solían tomar dos o tres versos de la biblia y meditar por semanas enteras antes de pasar a leer otros dos o tres versos. Lo importante no es la cantidad que leemos sino la cantidad que le permitimos al Espíritu Santo instruir en nuestro espíritu. Solo nos transforma lo que Dios sella en nuestro ser interior.



ASPECTOS PRÁCTICOS PARA MEDITAR LA PALABRA.

Antes de continuar quisiera repasar algunos aspectos prácticos en nuestra hora de meditación.



El primer paso es tomar la decisión firme de darle fielmente una hora de mi día al Señor para buscar su PRESENCIA.  Cuando le doy mi tiempo, me estoy dando a mí mismo, me estoy rindiendo en amor y expectación.

No solo es importante encontrar el tiempo, sino encontrar un lugar, un Betel donde nos encontramos con Dios. Cuando Judas buscaba a nuestro Señor para entregarle sabía que estaba en el lugar que frecuentaba para encontrarse con el Padre.  Abraham edificaba un altar cada vez que movía el campamento. Cuando Jacob experimentó su segundo avivamiento Dios le llamó a Betel. Y así podríamos seguir mencionando la importancia de tener un lugar donde nos encontramos en su presencia. Muchas veces experimentaremos que antes de entrar a ese lugar Él ya nos está esperando y nos lo confirmara sintiendo Su amorosa presencia.



Creo que es importante prepararnos mental y emocionalmente cuando venimos delante de Él. Vivimos en un mundo de prisas, tensión, violencia, etc. Nada de esto existe en la presencia de Dios. Cuando Jesús nos invita, lo hace al descanso para nuestras almas. Jesús nos dice; “…no se turbe vuestro corazón…”

Es necesario que entremos y sentados o de rodillas o postrado, cualquiera sea la posición que prefieras, deliberadamente dejemos toda tensión, toda agitación de espíritu. En su presencia nada importa, Él está en control de todas las cosas y circunstancias. Delante de Él toda tensión, ansiedad, preocupación, frustración, todo se disipa como vapor.



Ahora en un acto deliberado buscamos Su presencia, o los hacemos conscientes de Su presencia. Él está presente en nuestro espíritu. Jesús dijo; “vendremos a él y haremos morada en él” Este es el Don inefable del Espíritu Santo. Él está presente en nuestro espíritu, él mora en el centro de nuestro ser. Dios está más cerca de nosotros que nosotros mismos.

Este concienciarnos de Su presencia lo podemos hacer con una adoración suave, como si le estuviéramos hablando al oído recostados en su pecho. Usamos frases cortas como; “Gras Señor” o “Te amo mi Dios” “Gloria a tu Nombre” etc. Lo hacemos dejando un espacio entre frase y frase esperando su respuesta. Lo hacemos con verdad e intención de corazón. No lo hacemos como si fuera  meditación oriental que usa un mantra para concentrarse y vaciar la mente de distracciones.



Una vez ya somos conscientes de Su presencia, como por así decirlo, cuando ya tenemos su atención, pero que en realidad es Él que tiene nuestra atención, podemos pasar a la oración, la intercesión o la lectura bíblica.

Para nuestro caso, que es el seguimiento de Jesús en el libro de Juan, pasaremos a la lectura bíblica.



Tomamos un texto corto, no más de dos o tres versos y los usamos como tema de oración o de alabanza o acción de gracias. Dejamos que el Espíritu Santo nos llena la mente y la boca al mismo tiempo que vamos haciendo el texto nuestro.



Pongo un simple ejemplo en Jn. 1:1

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios”



“OH Señor, tú eras en el principio, desde antes del principio y hasta la eternidad Tu eres. En ti está el origen de todo. Tú que eres eterna bondad, sumo bien, amor perfecto. En ti está mi origen, Desde ese principio y por todas las generaciones has llegado a mi, tu siervo que te escucha.”



Cuando sentimos que hemos agotado esa porción, simplemente pasamos a la otra



“Señor, tú eres el Verbo de Dios, la Palabra de Dios al mundo y a mí. En ti está revelado todo lo que Dios es y quiere. Cuando te veo clavado en la Cruz, tú eres palabra de Dios para mí. Cuando te veo resucitado y exaltado, Tú eres palabra de Dios para mí. Cuando te veo limpiando los pies a tus discípulos. Tú eres palabra de Dios para mí. Cuando te veo perdonando a un pecador, limpiando un leproso. Tú eres palabra de Dios para mí. Hoy te recibo como palabra de Dios, como voluntad de Dios, como imagen a la que estoy siendo transformado. Te alabo y le pido a tu Espíritu que me conforme a esa divina Palabra.”



Y así podemos ir usando el texto para orar, adorar, meditar y permitir que el Espíritu nos vaya instruyendo de una manera personal según nuestra necesidad del momento.

Por medio de este método sencillo de meditación alcanzamos muchos beneficios. Primero es que por medio de la Palabra y el Espíritu hacemos al Dios presente y personal. Segundo es que cuando dejamos nuestro altar nos daremos cuenta que a todo lo que hemos dicho el Espíritu Santo ira añadiendo a lo largo del día y así andaremos en su presencia y comunión. Tercero es que la lectura de la Biblia toma un carácter más personal y más intimo. También iremos creciendo en entendimiento del sagrado libro y sin darnos cuenta iremos madurando, ya que lo que hemos declarado en voz alta ira siendo formado en el corazón por el Espíritu. También con este método nos daremos cuenta que nuestra fe irá aumentando, ya que la fe viene por oír la PALABRA DE DIOS.



Hay mucho más que podría añadir a este método sencillo de meditación, pero el espacio no me permite. Solo dar una advertencia. Es importante saber que para la práctica de la meditación y la busque intima de Dios es importante la manera en que vivimos. Quiero decir que la manera en que vivimos afectara nuestro tiempo de meditación, y nuestra meditación afectará la manera en que vivimos.



La próxima reunión entraremos de lleno en el texto de Juan. Tratare de dar una pequeña introducción del texto solo como guía por si lo necesitas pero prefiero que no dependas demasiado de lo que yo escriba. Recuerda no es un estudio o comentario de Juan que estamos haciendo. Es un seguimiento de Jesús por medio del texto.








miércoles, 16 de marzo de 2016


SIGUIENDO A JESUS



El llamado del cristiano es un llamado al seguimiento. Si queremos ser discípulos es necesario que sigamos al Maestro. Lucas nos cuenta que muchos “…iban con él” (Lc. 14:25-35) pero el relato continua diciendo que Jesús se volvió y les dijo:” Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas y aún su propia vida, no puede ser mi discípulo.”

Muchos hemos  tratado de suavizar estas palabras de Jesús, por así decirlo, limar los cantos, porque son muy difíciles de tragar. Pero si queremos ser discípulos es necesario dejar a Jesús y su palabra tal y como son aún cuando nos ofenden.  (Jn. 6:60-67).

Quizás lo mejor que puedo interpretar esta palabra de Jesús es que para el discípulo solo hay una lealtad y esta lealtad no puede ser comprometida por nada, ni por nadie, incluso nuestra propia vida.



Si, podemos ser cristianos, tratar de ser lo mejor que podemos, asistir a la iglesia y hacer todo lo que un cristiano sabe hacer. Pero cuando viene la hora de ser discípulos de Jesús, inmediatamente seremos confrontados con la Cruz. (Luc. 9:23-24). Sin cruz es imposible el seguimiento. (Mat. 10:38). Es por esto que Jesús nunca trató de convencer a nadie  y mucho menos forzar a nadie al seguimiento. Siempre fue una invitación, y no una invitación a ciegas. Nos advierte del precio a pagar. (Luc. 14:28ss, Mat. 10:16-25; Jn. 15:18-19; 1Jn. 3:13).



El seguimiento requiere una concentración absoluta en el Sujeto a seguir. No podemos desviar la vista a nada que se presente en el camino que no sea Él. Puede que los estorbos no sean cosas malas en sí. Incluso puede ser la búsqueda de virtudes, dones y servicio.  Jesús advirtió a aquellos que les buscaban solo porque habían recibido bendiciones. Jn. 6:26. En esta ocasión el milagro era una señal que apuntaba a algo espiritual. Los que le seguían no pudieron ver más allá de su estómago o sus necesidades inmediatas. La señal apuntaba a Él mismo como verdadero alimento eterno.



Si seguimos a Jesús es porque buscamos a Jesús y al Dios de Jesús. Esto es imposible a no ser que Dios despierte en nosotros un profundo amor y pasión por Jesús. Él mismo dice que esto es un don del Padre. Jn. 6:65. El llamado del cristiano es un llamado a la comunión con Cristo. (1Co. 1:9). Es en esa comunión o participación de Cristo que el alma encuentra a Dios, porque solo es en el seguimiento de Cristo (el Camino) que llegamos al Padre. (Jn. 14:6). Dios es el destino final de toda alma que ha sido redimida. Dios es nuestro cielo, nuestra casa, Dios todo en todos.



Un cristianismo sin seguimiento es un  cristianismo estancado, y rutinario que no demanda fe. La lección de la fe siempre estaba en la agenda de Jesús para con sus discípulos. (Mt. 8:26; 14:31; 16:8; 17:20; 21:21; Mar. 4:240; Lc. 8:25). Cuando seguimos de cerca al Maestro nos hará pasar por circunstancias y situaciones donde la única salida es la fe, esto es, una absoluta y total confianza en Él. Para seguirle  hay que creer y para creer hay que seguirle, al igual que la obediencia es necesaria para seguirle y sin seguimiento no hay necesidad de obediencia.  Juan nos ilustra esto en el relato de “La Vid verdadera” (Jn. 15). Podemos pedir y permanecer en su amor su guardamos sus mandamientos. Es en esta relación que Él nos muestra las obras del Padre.













En el seguimiento hay un continuo  progreso de revelación divina, una continua revelación de Dios en Cristo. Un conocimiento de Él. Una intimidad y amistad donde el corazón de Dios nos va siendo abierto y vamos teniendo afinidad de intereses. Jesús no recibía la gloria que viene de los hombres, sino la que venía del Padre. Su interés, o como ÉL mismo dijo, “su comida era hacer la voluntad del que le envió.”  Es en esta intimidad y deseo de agradarle,  que el Padre nos muestra sus obras para que nosotros las hagamos en su nombre.



En el seguimiento no solo vamos teniendo una progresiva revelación de Dios en Cristo, sino que también vamos teniendo una revelación amorosa de nosotros mismos.  La luz no solo nos alumbra en cuanto a Dios sino que también nos alumbra en cuanto a nosotros mismos. (Lc. 5:8). Pedro tuvo una revelación de Cristo y se vio a si mismo como pecador e indigno de Su presencia. Pero la respuesta divina fue profética; “…no temas, desde ahora serás pescador de hombres(Lc. 5:10).

La contemplación de Cristo es transformadora, no nos deja en el estado en que nos encuentra, sino que nos va transformando a su imagen. (2Co. 3:18). Esta visión transformadora va en aumento, o ha de ir en aumento, hasta que la visión es completa en su aparición, y entonces, como dice Juan, “… seremos semejantes a é, porque le veremos tal como él es(1Jn. 3:2) y continua diciendo; “y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. (v3)

En el seguimiento hay un proceso de purificación, de ir dejando atrás cosas, intereses propios, aspiraciones propias, y un sinfín de cosas que no tienen cabida en el seguimiento y que son un estorbo. Pedro y los discípulos dejaron las redes. Mateo la mesa de tributos. Pablo, “cuantas cosas eran para mí ganancia” y así una multitud de testigos en la historia de la cristiandad.



Para poder seguir ha de haber un abandono a Dios. Nosotros no elegimos el camino a seguir. No decidimos cómo ni cuándo. Nuestra elección fu una sola, la de seguir a Jesús, y desde entonces nos abandonamos a  Él.  Pasamos por momento de perplejidad  y experimentamos dudas, incertidumbres, miedo (Mar. 10:32) , ridículo y como no, momentos de éxtasis y gloria de los demás. Pero al final hemos de estar con El en sus pruebas, sufrimiento y gloria.



Una pregunta valida es ¿Cómo podemos seguir a Jesús  en nuestros días si la Figura histórica ya no está con nosotros?

Dios, en su gracia y amor nos ha dado  al Verbo hecho carne en medio de testigos que le vieron, le contemplaron y lo tocaron. Ellos entraron en comunión con Él y recibieron el Espíritu para que inspirados por Él nos dejaran los Evangelios y así también nosotros podamos tener comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo por medio del testimonio de ellos y por medio del Espíritu Santo. (1Jn. 1:1ss).

Hoy 2000 años después del acontecimiento histórico aún podemos oír, ver y  contemplar a Jesús, con el Espíritu de Cristo como nuestro guía presente, nuestro interprete de los misterios de Cristo y el agente que nos va transformando a Su imagen.



No queremos hacer un estudio técnico o teológico de la porción del Evangelio que leemos. No es necesario buscar la etimología de las palabras en el idioma original. Queremos ponernos como niños a los pies del Maestro y en fe y expectación dejar que Él nos hable, nos muestre, nos reprenda o nos exhorte. El seguimiento será cuando al levantarnos obedezcamos en sencillez de fe.