SIGUIENDO A JESUS
El llamado del cristiano es un llamado al seguimiento. Si queremos ser
discípulos es necesario que sigamos al Maestro. Lucas nos cuenta que muchos “…iban con él” (Lc. 14:25-35) pero el relato continua diciendo que Jesús se volvió
y les dijo:” Si alguno viene a mí, y no
aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas y aún su
propia vida, no puede ser mi discípulo.”
Muchos hemos tratado de suavizar
estas palabras de Jesús, por así decirlo, limar los cantos, porque son muy
difíciles de tragar. Pero si queremos ser discípulos es necesario dejar a Jesús
y su palabra tal y como son aún cuando nos ofenden. (Jn.
6:60-67).
Quizás lo mejor que puedo interpretar esta palabra de Jesús es que para el
discípulo solo hay una lealtad y esta lealtad no puede ser comprometida por
nada, ni por nadie, incluso nuestra propia vida.
Si, podemos ser cristianos, tratar de ser lo mejor que podemos, asistir a
la iglesia y hacer todo lo que un cristiano sabe hacer. Pero cuando viene la
hora de ser discípulos de Jesús, inmediatamente seremos confrontados con la
Cruz. (Luc. 9:23-24). Sin cruz es imposible el seguimiento. (Mat. 10:38). Es por esto que Jesús
nunca trató de convencer a nadie y mucho
menos forzar a nadie al seguimiento. Siempre fue una invitación, y no una
invitación a ciegas. Nos advierte del precio a pagar. (Luc. 14:28ss, Mat. 10:16-25; Jn. 15:18-19; 1Jn. 3:13).
El seguimiento requiere una concentración absoluta en el Sujeto a seguir.
No podemos desviar la vista a nada que se presente en el camino que no sea Él.
Puede que los estorbos no sean cosas malas en sí. Incluso puede ser la búsqueda
de virtudes, dones y servicio. Jesús
advirtió a aquellos que les buscaban solo porque habían recibido bendiciones. Jn. 6:26. En esta ocasión el milagro
era una señal que apuntaba a algo espiritual. Los que le seguían no pudieron
ver más allá de su estómago o sus necesidades inmediatas. La señal apuntaba a
Él mismo como verdadero alimento eterno.
Si seguimos a Jesús es porque buscamos a Jesús y al Dios de Jesús. Esto es
imposible a no ser que Dios despierte en nosotros un profundo amor y pasión por
Jesús. Él mismo dice que esto es un don del Padre. Jn. 6:65. El llamado del
cristiano es un llamado a la comunión con Cristo. (1Co. 1:9). Es en esa comunión o participación de Cristo que el
alma encuentra a Dios, porque solo es en el seguimiento de Cristo (el Camino)
que llegamos al Padre. (Jn. 14:6).
Dios es el destino final de toda alma que ha sido redimida. Dios es nuestro
cielo, nuestra casa, Dios todo en todos.
Un cristianismo sin seguimiento es un
cristianismo estancado, y rutinario que no demanda fe. La lección de la
fe siempre estaba en la agenda de Jesús para con sus discípulos. (Mt. 8:26; 14:31; 16:8; 17:20; 21:21; Mar.
4:240; Lc. 8:25). Cuando seguimos de cerca al Maestro nos hará pasar por
circunstancias y situaciones donde la única salida es la fe, esto es, una
absoluta y total confianza en Él. Para seguirle
hay que creer y para creer hay que seguirle, al igual que la obediencia
es necesaria para seguirle y sin seguimiento no hay necesidad de obediencia. Juan nos ilustra esto en el relato de “La Vid
verdadera” (Jn. 15). Podemos pedir y
permanecer en su amor su guardamos sus mandamientos. Es en esta relación que Él
nos muestra las obras del Padre.
En el seguimiento hay un continuo progreso de revelación divina, una continua
revelación de Dios en Cristo. Un conocimiento de Él. Una intimidad y amistad
donde el corazón de Dios nos va siendo abierto y vamos teniendo afinidad de
intereses. Jesús no recibía la gloria que viene de los hombres, sino la que
venía del Padre. Su interés, o como ÉL mismo dijo, “su comida era hacer la
voluntad del que le envió.” Es en esta
intimidad y deseo de agradarle, que el
Padre nos muestra sus obras para que nosotros las hagamos en su nombre.
En el seguimiento no solo vamos teniendo una progresiva revelación de Dios
en Cristo, sino que también vamos teniendo una revelación amorosa de nosotros
mismos. La luz no solo nos alumbra en
cuanto a Dios sino que también nos alumbra en cuanto a nosotros mismos. (Lc. 5:8). Pedro tuvo una revelación de
Cristo y se vio a si mismo como pecador e indigno de Su presencia. Pero la
respuesta divina fue profética; “…no
temas, desde ahora serás pescador de hombres” (Lc. 5:10).
La contemplación de Cristo es transformadora, no nos deja en el estado en
que nos encuentra, sino que nos va transformando a su imagen. (2Co. 3:18). Esta visión transformadora
va en aumento, o ha de ir en aumento, hasta que la visión es completa en su
aparición, y entonces, como dice Juan, “…
seremos semejantes a é, porque le veremos tal como él es” (1Jn. 3:2) y
continua diciendo; “y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a
sí mismo, así como él es puro. (v3)
En el seguimiento hay un proceso de purificación, de ir dejando atrás
cosas, intereses propios, aspiraciones propias, y un sinfín de cosas que no
tienen cabida en el seguimiento y que son un estorbo. Pedro y los discípulos
dejaron las redes. Mateo la mesa de tributos. Pablo, “cuantas cosas eran para mí ganancia” y así una multitud de
testigos en la historia de la cristiandad.
Para poder seguir ha de haber un abandono a Dios. Nosotros no elegimos el
camino a seguir. No decidimos cómo ni cuándo. Nuestra elección fu una sola, la
de seguir a Jesús, y desde entonces nos abandonamos a Él. Pasamos por momento de perplejidad y experimentamos dudas, incertidumbres, miedo
(Mar. 10:32) , ridículo y como no,
momentos de éxtasis y gloria de los demás. Pero al final hemos de estar con El
en sus pruebas, sufrimiento y gloria.
Una pregunta valida es ¿Cómo podemos seguir a Jesús en nuestros días si la Figura histórica ya no
está con nosotros?
Dios, en su gracia y amor nos ha dado
al Verbo hecho carne en medio de testigos que le vieron, le contemplaron
y lo tocaron. Ellos entraron en comunión con Él y recibieron el Espíritu para
que inspirados por Él nos dejaran los Evangelios y así también nosotros podamos
tener comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo por medio del testimonio
de ellos y por medio del Espíritu Santo. (1Jn.
1:1ss).
Hoy 2000 años después del acontecimiento histórico aún podemos oír, ver y contemplar a Jesús, con el Espíritu de Cristo
como nuestro guía presente, nuestro interprete de los misterios de Cristo y el
agente que nos va transformando a Su imagen.
No queremos hacer un estudio técnico o teológico de la porción del
Evangelio que leemos. No es necesario buscar la etimología de las palabras en
el idioma original. Queremos ponernos como niños a los pies del Maestro y en fe
y expectación dejar que Él nos hable, nos muestre, nos reprenda o nos exhorte.
El seguimiento será cuando al levantarnos obedezcamos en sencillez de fe.