Hebreos 2:10-18.B
Como ya mencioné
en la lección anterior he querido tratar esta porción del capítulo dos
desarrollando dos doctrinas importantes para nuestro tiempo. La primera fue el
asunto de la muerte y resurrección. Me extendí una lección más en el aspecto de
la resurrección porque es importantísimo tener bien claro a qué se refiere la
Palabra cuando habla de la primera y la segunda resurrección.
Mi argumento fue
que para vivir una vida de victoria sobre el pecado es necesario que sepamos y creamos
que ya hemos resucitado literal y espiritualmente. Para ello tomé el texto de
Jn. 5:24-29, demostrando que la primera resurrección es espiritual y ocurre en
la conversión y la segunda resurrección es del cuerpo y ocurrirá en la segunda
venida del Señor.
La segunda
doctrina que miraremos brevemente en este bloque de versículos es la doctrina
de la adopción. En tan solo 7 versículos el autor menciona “hijos” tres veces,
“hermanos” otras tres veces y “…descendencia de Abraham una vez. ¿Quién son
estos descendientes de Abraham que son hijos de Dios y hermanos de Jesucristo?
La respuesta es muy fácil y todos la conocemos, pero como mencioné en la
lección anterior, toda doctrina o interpretación bíblica ha de ser consistente
en toda la Biblia y no tener una doctrina en un libro de la Biblia y otra
doctrina opuesta en otro libro de la Biblia.
La Palabra nos
dice claramente que Israel son los descendientes de Abraham a quien Dios llama
hijos. (Ex. 4:22; Dt. 14:1,2; Ose. 1:10; 11:1) Esta relación filial de Israel con
Dios es una relación de elección y pacto. Incluso Pablo nos dice que a Israel
la pertenece “…la adopción, la gloria, el pacto…” Ro. 9:4.
Sabemos que
Israel como nación y bajo el pacto de Moisés fracasa en su llamado como hijos
de Dios y esta es la denuncia de los profetas. Isa: 1.2, 4. Moisés ya lo profetizó acerca de
esto (Det. 32:5-6, 18-20.)
Más adelante, a
medida que la revelación va aumentando, las Escrituras nos hablan del pacto
davídico donde un descendiente de David será llamado Hijo de Dios. 2Sa. 7:14;
Sal. 2:7; Sal 89:1ss.
Cuando llegamos
al Nuevo Testamento el Espíritu Santo aplica la cita de (Ose. 11:1) a
Jesucristo, Mat. 2:15. Sabemos que Oseas nos habla del amor de Dios sobre su
hijo Israel y por ello lo llama de Egipto con gran redención. Más adelante en los evangelios vemos varias
veces que la Voz del cielo declara; “…Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia” (Mat. 3:17; 12; 18; 17:5; Mr. 9:7; Lc. 35:4) La Voz divina no
está hablando del Hijo Eterno, el Logos, sino que nos está declarando a Jesús
de Nazaret como el Hijo amado, el Siervo de Jehová (Isa. 42:1ss) que Dios
siempre quiso tener en Adán y en Israel.
Entender esto es
de suma importancia para comprender de la manera en que Dios obra en redención.
Dios ha incorporado en Cristo tanto a Israel como al gentil para poder salvar a
ambos. Jesucristo es la simiente de Abraham en la cual son benditas todas las
naciones incluyendo Israel.
Pablo levanta un
buen argumento en Gálatas y Romanos acerca de la elección divina y la adopción
en la simiente de Abraham formando un solo Israel.
En Ro. 9:6 y 7 el
Espíritu Santo nos dice que “no todos los que descienden de Israel son
Israelitas” y también; “… ni por ser descendientes de Abraham , son todos
hijos.” Luego en el verso 8 dice; “No los que son hijos según la carne son
hijos de Dios, sino los que son hijos según la promesa son contados como
descendientes”
Más adelante en
los versos 23 y siguientes nos habla de “…los vasos de misericordia que Él
preparó de antemano para gloria” esto
es, aquellos que serán glorificados según (Ro. 8:30) Y maravilla de las
maravillas aquí están incluidos en un solo llamado a judíos y gentiles; “…a los
cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no solo de los judíos, sino
también de los gentiles”
Todos hemos sido
llamados por el Evangelio de Dios para ser incorporados en el Israel de Dios,
esto es, Cristo, y así formar un solo Cuerpo, o solo pueblo, o un solo olivo, o
un solo hombre, o un solo templo, como lo queramos llamar.
En Ef., 2:11ss el
apóstol nos habla de esta entrada en el Israel de Dios a pleno derecho y
beneficio, habiendo sido “anunciadas las buenas nuevas de paz” a los que
estaban lejos, esto es, los gentiles y a los que estaban cerca, esto es, los
judíos. Teniendo ambos entrada por un mismo Espíritu. Ahora los creyentes son
miembros de la familia de Dios. Esto es, hijos a pleno derecho como también
dice en el libro de Gálatas.
Ga. 3:7. “…los
que son de fe, estos son hijos de Abraham.”
Ga. 3:9. “…los de
la fe son bendecidos con el creyente Abraham”
Ga. 3:14. “…para
que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de
que
Por la fe recibiésemos la
promesa del Espíritu”
Ga. 3:26. “…pues
todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.”
Ga. 3:28,
29. “…Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer;
porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y ya que sois de Cristo,
ciertamente sois descendencia de Abraham, herederos conforme a la promesa.”
Ga. 4:6, 7. “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, que clama: "Abba, Padre." Así que ya no eres más
esclavo, sino hijo; y si hijo, también eres heredero por medio de Dios.”
He traído este
argumento porque me consta que en estos días hay una admiración casi reverente
a todo aquel que se llama Israelita o judío. Incluso muchos cristianos hacen
una diferencia entre la Iglesia y el pueblo de Israel como si los cristianos
vamos a ser en el cielo o la resurrección ciudadanos de segunda clase. Esto es
absolutamente antibíblico. El Cuerpo de Cristo no está dividido y Dios no tiene
dos planes de salvación. Dios solo tiene un pueblo, un Israel, y estos son solo
los que han creído y han sido bautizados, incorporados, en Cristo que es el
verdadero Israel. Este y solo este es el pueblo elegido por Dios como he
demostrado claramente por las Escrituras.
Aquel cristiano que
hace diferencia entre Israel y la Iglesia no tiene ningún derecho a apropiarse
ninguna promesa o escritura del Antiguo Testamento porque en ese caso el
Antiguo Testamento fue escrito para Israel.
Pero gloria a Dios
por su infinita gracia y sabiduría que nos ha dado a conocer el “misterio de
Cristo” (Ef. 1:9; 3:5,6; Col. 1:26,27) El misterio de reunir y reconciliar
todas las cosas en Cristo. ¡¡Aleluya!!
Quiero concluir
con las palabras de Pablo cuando se despide en su carta a los romanos. Este, después
de citar varias escrituras del AT sobre el misterio, que los gentiles en Cristo
iban a ser adoptados como hijos e incorporados en el pueblo de Dios. Dice así; “…Y
el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis
en esperanza por el poder del espíritu Santo.” Ro. 15:13.
SI OYERES HOY SU
VOZ
Si, aleluya hoy
nos llenamos de gozo en el creer por el poder del Espíritu Santo.
Hoy le podemos
llamar Padre no solo por una adopción legal, esto es, de pacto. Sino por una
adopción por engendro del Espíritu Santo en la resurrección de Cristo. Esto nos
hace Pueblo de Dios, pero aún más. No pueblo de la Jerusalén actual que está en
esclavitud, sino de la Jerusalén de arriba, la Sión celestial.
Hoy podemos
llamarle Padre porque el Espíritu de su Hijo, nuestro hermano, clama dentro de
nosotros ¡¡Abba Padre!!
Hoy con gozo y
esperanza cierta esperamos el día de la libertad gloriosa de los hijos de Dios,
cuando recibamos la adopción total que es la redención de nuestros cuerpos.
Entonces se manifestará lo que hemos de ser, y seremos semejantes a Él, porque
le veremos tal y como Él es.
Ro. 8 y 1Jn.3.
¡¡ A Dios solo
sea la gloria!!