Hebreos 2:9-18
Comenzamos esta
sección tan importante donde nos habla sobre nuestra salvación de la muerte. Es
necesario que tomemos el tiempo necesario en este tema y por su importancia he
considerado que en lugar de estudiar esta sección versículo tras versículo, lo
hagamos en bloques. Esto es, veremos los
versículos 9, 14, y 15 en un bloque. El tema que trataremos hoy es el tema de
la muerte en su contexto bíblico.
En el estudio
anterior vimos como Jesús fue hecho poco menor que los ángeles. Esto es porque
tuvo que tomar un cuerpo mortal como nosotros, o si quieres ponerlo de otra
manera, un cuerpo capaz de gustar la muerte, como menciona el autor. Era
necesario que Cristo participara de carne y sangre para poder redimir a sus
hermanos de la muerte.
El problema fundamental
del hombre es la sentencia que recibió en el huerto del Edén; “…el día que comieres morirás” (Gen.
2:17) Vemos que el hombre no murió inmediatamente por lo que debemos
entender que la muerte a la que Dios se refiere es algo más que la disolución
del cuerpo. En el momento que el hombre pecó, cayó bajo el poder de la muerte y
sus efectos comenzaron a operar en él.
La muerte, en el contexto bíblico, es algo que envuelve la totalidad del
hombre; espíritu, alma y cuerpo. El hombre no muere solamente como cuerpo, sino
que muere como ser espiritual también.
A parte de la
muerte física, la Biblia nos habla también de la muerte espiritual y la muerte
eterna.
La Muerte Física
La Biblia define
la muerte física como la separación del cuerpo y el espíritu. (Sant. 2:26; Job.
34:14,15; Sal. 104:29; Ecl. 12:7) Por lo tanto en la misma definición bíblica
de la muerte física podemos ver que no es el final del hombre o la existencia,
sino que la muerte física es la transición de un estado de conciencia físico a
otro espiritual. El Señor Jesús hace mención de estos dos aspectos en Lc.
12:4,5. Para el cristiano la muerte física es el paso inmediato a la presencia
del Señor. (2Co. 5:8; Fil. 1:23) Esto es por lo que en ocasiones a la muerte de
los creyentes se le compara al acto de dormir. (1Co. 11:30; 1Co. 15:6,18; 1Te.
4:13; Hch. 7:60).
La Muerte
Espiritual
Así como la
muerte física es la separación del cuerpo y del espíritu, de igual manera la
muerte espiritual es la separación de la persona y Dios. Nuevamente es el
pecado que ha puesto separación y enemistad entre Dios y el hombre. Ro. 8:7,8;
Col. 1:21. Por lo tanto “estábamos muertos en nuestros delitos y pecados (Ef.
2:1) Estar muerto espiritualmente es estar ajenos a la vida de Dios,
insensibles a Dios y con el entendimiento entenebrecido. (Ef. 4:18). Esta es la
condición de todo hombre. Cuando nacemos ya nacemos muertos espiritualmente,
por lo que la enseñanza bíblica nos habla de la necesidad de un “Nuevo
Nacimiento” Jn. 3:5-6, Jn. 1:13; Gal.6:15; Ef.2:1; Tit. 3:5; San. 1:18; 1Pe.1:3, 1Pe. 1:23-25.
Aunque la muerte espiritual es la separación de Dios por el pecado y la
rebeldía. Dios no está totalmente separado del incrédulo. Juan nos dice que
Dios ama al mundo, Mateo nos dice que Dios hace llover sobre justos e injustos
y Pablo nos dice; (Dios) “…en las edades
pasadas el ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos; si bien
no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo
y tiempos fructíferos, llenando de sustento y alegría nuestros corazones.” Hech. 14:16,17
Esto nos da a entender que mientras el Espíritu Santo se está moviendo
sobre la faz de la tierra, en la Nueva Creación, convenciendo de justicia,
juicio y pecado (Jn. 16:8-11), Mientras esto ocurre, Dios no se ha separado
totalmente del hombre pecador, recibiendo este los beneficios de un Dios
amoroso y compasivo.
La Muerte Eterna.
La muerte eterna es la total y completa separación de Dios con el hombre.
Muerte eterna es existencia sin vida, siendo Dios el origen y único poseedor de
la vida. Vida eterna es la vida de Dios en una completa y total armonía de todo
bien. Por tanto muerte eterna es la ausencia de esa Vida (con mayúscula) es la
ausencia de todo bien.
Jesús dijo; “…ninguno hay bueno sino solo
uno; Dios” Mar. 10:18 y Santiago
nos dice que todo bien procede de Dios. Sat.
1:17. Así que fuera de Dios no hay bien.
La muerte eterna es lo que Juan llama la segunda muerte (Ap. 2:11; 20:6,14; 21:8). Esta segunda
muerte vendrá con la declaración de Cristo; “…entonces
dirá también a los de la izquierda; Apartaos de mí malditos al fuego eterno
preparado para el diablo y sus ángeles” (Mat. 25:41; Mat. 7; 23).
Victoria sobre la muerte
Ahora venimos a
los versículos 14,15 de nuestro
estudio de Hebreos. Para poder librarnos de la muerte, el Hijo de Dios eterno
tuvo que tomar la naturaleza humana, sujeta a muerte y por medio de esta
naturaleza confrontarse con el que tenía el imperio de la muerte.
Es necesario que
entendamos lo que significa que el diablo tenía el imperio de la muerte. No es
que él tiene la potestad sobre la muerte, porque Dios es el Señor de la vida y
donde hay vida no puede reinar la muerte. Por tanto solo Dios es Señor de la
vida y la muerte.
Fue el pecado lo
que introdujo la muerte (Gen. 2:17; 3:19;
Ro. 5:12) El poder de la muerte que tiene el diablo es como acusador por
cuanto la vida del hombre siempre era condicional a la obediencia a Dios. (Dt.30:15,19) Esto es por lo que el versículo
15 de nuestro texto dice; “…y librar a
todos los que por el temor de la muerte estaban toda la vida sujetos a
servidumbre” ¿A qué servidumbre se refiere el autor? A la
servidumbre de la ley. Si es la obediencia a la ley la que me proporciona la
vida o la desobediencia a la ley es la que me condena a la muerte, entonces soy
siervo de la ley por temor a la muerte. (Ro.
8:15; Ga. 5:1). También Pedro nos da esta misma idea en el primer concilio
de Jerusalén. Hch. 15: 10,11.
¿De qué manera fue destruida la muerte? El
versículo 9 de nuestro texto nos dice que Cristo “gustó la muerte por todos” Cristo
fue hecho pecado estando en la cruz (2Co. 5:21) por lo que sufrió no solamente
la muerte física sino también la muerte eterna, cuando proclamo la más horrenda
exclamación; “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Mat. 27:46. Dando a entender
la completa separación de Dios y el Hombre Representativo.
Allí en la Cruz nuestro
Señor clavó y así anuló lo que Pablo llama “el acta de los decretos que había
contra nosotros” (Col. 2; 14.) Al no haber ya más delito, tampoco puede haber
acusación y por lo tanto fue destruido el que tenía el imperio o autoridad
sobre la muerte. ¡¡Aleluya!!
Fue de esta manera que la muerte
fue destruida por medio de la muerte, como anunciaron los profetas (Isa. 25:8;
Ose. 13:14) y la inmortalidad nos fue traída. (2Tim. 1:10)
Una vez había pagado el
precio del pecado por todos a la justicia de Dios la muerte ya no pudo
retenerlo, como dice Pedro; “…al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la
muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” Hch. 2:24.
Es en esta resurrección que
nosotros, los que hemos creído, experimentamos la primera fase de nuestra victoria
sobre la muerte.
Lamentablemente aquí hay un
poco de diferencia en cuanto a las diferentes interpretaciones teológicas sobre
la resurrección. Ahora bien, en vista de que la mayoría de los cristianos hoy
en día han adoptado la interpretación “dispensacionalista” sobre la resurrección,
me permito exponer brevemente la interpretación que siempre ha creído la
iglesia hasta hace tan solo cien años.
La resurrección de los muertos.
La Biblia nos habla
claramente de dos muertes y dos resurrecciones. (Ap. 20:6,14). La enseñanza
dispensacionalista dice que la primera resurrección (la de los creyentes) es la
que ocurrirá en el arrebatamiento y la segunda resurrección es la que ocurrirá
al final del milenio (la de los incrédulos) y estos serán lanzados al lago de
fuego que es la muerte segunda.
La iglesia siempre ha creído
que la primera resurrección es la resurrección espiritual que Cristo menciona
en Jn. 5:24-29. En este pasaje el Señor habla de dos resurrecciones, la primera
en los versos 24, 25 y la segunda en los versos 28, 29. De la primera
resurrección dice; “…tine vida eterna y no vendrá a condenación” y también dice;
“…viene la hora y ahora es” Con respecto a la segunda resurrección dice; “…viene
la hora” pero no vuelve a decir; “…la hora es” sino que habla en futuro,
diciendo; “saldrán a resurrección de vida” y “…a resurrección de condenación”
Luego entonces la primera
resurrección es una resurrección espiritual como Pablo dice en Ef. 2; 1,-6. “…Y
él os dio vida a vosotros cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados…aún
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo…y
juntamente con él nos resucitó.”
Entonces la primera
resurrección es la resurrección espiritual. Es por eso que los que hemos
resucitado con Cristo la segunda muerte no tiene poder sobre nosotros. Pero
aquellos que no han resucitado espiritualmente con Cristo, la segunda muerte se
apoderará de ellos.
La segunda resurrección es
la del cuerpo donde todos participaremos
juntamente, tantos buenos como malos para presentarse ante el gran trono
blanco. Allí hay dos libros, uno de las obras que los hombres han hecho y el
otro libro es el libro de la vida. Son los que no se hallan inscritos en el
libro de la vida que participan de la muerte segunda.
Cuando la Biblia nos habla
de la segunda resurrección lo dice de creyentes y de no creyentes al mismo
tiempo y no con intervalo de mil años. Ver. (Mat. 25:46; Hech. 24:15; 2Co. 5:10; 2Te. 1:7-10; 1Co. 15:22, 23; 1Te.
4:13-18; Dan. 12:2.)
He querido exponer
brevemente esta interpretación clásica de la resurrección para aquellos que
toman serio el estudio de la Palabra y así ser desafiados a escudriñar las
Escrituras. La enseñanza más popular hoy en día solo nos ha llegado hace 100
años cuando el dispensacionalismo de J. N. Darby fue acogido por la Biblia
anotada de Scofield.
Quiero terminar con las
palabras victoriosas de Pablo. (1Co. 15:55ss) Este siervo de Dios después de
ver la gracia de Dios en Cristo y el poder de su resurrección, hace estas dos
preguntas; “…¿Dónde está oh muerte tu aguijón? ¿Dónde o sepulcro tu victoria?
La respuesta nos viene dada
al ver que Cristo tomó en sí mismo la picadura del escorpión y por lo tanto la
muerte para el cristiano ya no es mortal, el sepulcro no nos podrá retener.
Y sigue diciendo el apóstol
que el agujón mortífero es el pecado que ha recibido el poder por medio de la
ley. Pero gloria a Dios que esa ley ha sido cumplida y por lo tanto quitada del
medio. Ahora “…la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la
ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2)
A Dios solo sea la gloria.
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