HEBREOS CAPITULO 3
Terminamos el
capítulo dos introduciendo al Hijo, semejante a sus hermanos, para venir a ser
misericordioso, fiel sumo sacerdote y
poderoso para socorrer a los que son tentados.
Es por el hecho
de su sufrimiento y tentaciones igual a las nuestras, pero sin pecado, que le
califica para su ministerio sacerdotal. El se ha identificado con nuestra
debilidad pero en pode y gloria. Nosotros nos identificamos con su santidad y
gloria, pero en debilidad.
INTRODUCCIÓN AL CAPÍTULO 3
El capítulo tres
no comienza con un nuevo tema. Debemos mantener en mente que la epístola fue
escrita para exhortar a la fidelidad a Cristo en medio de la persecución y para
evitar que los hermanos regresaran a la práctica del ministerio terrenal y las
sombras. Así que este capítulo va a hablar sobre la fidelidad a Cristo. Para
ello el autor pone dos ejemplos. El primero es positivo comparando la fidelidad
de Moisés y la de Cristo como siervos y el segundo ejemplo es negativo
destacando la infidelidad del pueblo que no pudo entrar en la tierra de la
promesa a causa de su incredulidad y por
tanto quedaron postrados en el desierto. Este capítulo es pertinente y de gran
importancia para nosotros porque el autor relaciona la promesa de entrar a la
tierra prometida de aquellos con “la participación de Cristo”. Con esto quiero
decir que si aquellos se perdieron la promesa de la tierra por infidelidad,
nosotros también estamos en el peligro de perdernos “la participación de Cristo”
si no permanecemos firmes hasta el fin. Porque al llamado y la invitación a
entrar en su reposo sigue hasta hoy (…si oyereis hoy su voz”. 3:7).
Hebreos 3:1
“Por tanto, hermanos santos, participantes del
llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra
profesión, Cristo Jesús.”
Este “Por tanto”
enlaza lo que venía diciendo del capítulo dos y es la conclusión y la
exhortación al argumento que comenzó en (2:9). El argumento es que el Señor de
Gloria, el creador y sustentados de todas la cosas se humilló y participó de
carne y sangre al igual que sus hermanos que ha de llevar a gloria. Estando en
carne fue tentado y padeció calificándole
así para ser un Sumo Sacerdote, misericordioso, fiel y poderoso, constituido
a nuestro favor. El capítulo dos termina diciendo que Él es misericordioso,
fiel y poderoso Sumo Sacerdote capaz de socorrer a los que son tentados.
En este capítulo
el autor se dirige por primera vez a sus oyentes dando a entender con esto que
ha estado muy ocupado tratando de preséntales la persona del Hijo como la final
y última palabra de revelación Divina. Todo lo que Dios ha determinado revelar
de sí mismo está en el Hijo y fuera de Cristo no hay Dios porque él es Emanuel.
Se refiere a
ellos como “hermanos santos” Personas que han venido a ser parte de la familia
de Dios (Ef. 2:19; 3:15) y que han sido separados y consagrados por Dios y Dios.
Estos
hermanos y al igual que todos los que han creído son “participantes del
llamamiento celestial” El llamamiento nos viene de parte de Dios mediante
Jesucristo y por el Evangelio. Es un llamamiento santo y para alcanzar la
gloria de Jesucristo. Este llamamiento es celestial porque viene del cielo y es
para el cielo.
(Para entender mejor este aspecto del llamado celestial mirar los
siguientes versículos; (Rom.1:6-7, Rom. 8:28-30, Rom. 9:24; 1Co. 1:2; Ef. 4:1, Ef. 4:4; Fil. 3:14; 1Te. 2:12; 2Te. 1:11, 2Te. 2:14; 1Tim. 6:12; 2Tim. 1:9; 1Pe. 5:10; 2Pe. 1:10; Jud.
1:1; Ap.17:14).
Nuestro
llamamiento no es terrenal o terreno, ya
que nuestra ciudadanía está en los cielos y ya pertenecemos a la Sión
celestial, a la congregación (iglesia) de los primogénitos inscritos en los
cielos. Heb. 12:22. Para Dios solo
hay una iglesia, un pueblo. Los que estamos en la tierra y los que ya están en
el cielo somos la misma iglesia.
Si nos damos
cuenta el autor está tratando de elevarlos a los lugares celestiales, donde Pablo
dice que estamos sentados (Ef. 2:6) Está exhortándoles a poner la mira en las
cosas de arriba, no en las de la tierra. (Col.
3:2). Es evidente que donde pongamos nuestros ojos es donde nos llevarán
nuestros pies.
El llamado o la
exhortación es a “considerar al apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión”
En el capítulo
dos fuimos exhortados a poner más diligencia y atención a las cosas que hemos oído,
esto es, el mensaje del Evangelio. Esta vez somos exhortados a “considerar” la
Persona de quien el mensaje es. La palabra griega es enfática en poner nuestra
mente y atención en algo o alguien.
Cristo ha de ser
la ocupación por excelencia de todo cristiano.
Jesucristo es
llamado apóstol solamente en esta epístola aunque en otros lugares es insinuado
(Jn. 17:3; 20:21; Ro. 15:8)
Jesucristo es el apóstol de Dios a los hombre. La palabra apóstol significa
enviado, así como un rey envía un embajador. Si miramos atentamente ningunos de los
apóstoles dicen ser apóstoles de Dios, sino de Jesucristo por la voluntad de
Dios. Pero Dios solo tiene un apóstol, uno que lo representa perfectamente como
ya hemos visto en (Heb. 1: 3) Es por
esto que para que nuestra salvación fuera eficaz era necesario que nuestro Salvador
fuera Dios y hombre al mismo tiempo. Que pudiera representar a Dios delante de
los hombres, y a los hombres delante de Dios. Que pudiera tratar con los
hombres como Dios y tratar con Dios como hombre. Algunas sectas que niegan la
divinidad de Cristo se quedan cortas en cuanto a la eficacia de su salvación.
El ministerio apostólico
de Cristo continúa en su iglesia por medio del Espíritu Santo. (Jn. 16:25; 17:8) Porque vida eterna
consiste en la continua revelación y administración del Padre.
Fijarse
atentamente en Heb. 3:2. El autor
aún esta hablando del ministerio apostólico y sacerdotal de Jesucristo y dice
de Él; “…el cual es fiel al
que le constituyó” Sin embargo cuando
menciona el ministerio de Moisés dice; “…como también lo fue Moisés” El
ministerio de Moisés terminó, pero el ministerio de Cristo continua y
continuará para siempre. Cada revelación del Padre que recibimos cuando leemos,
estudiamos o meditamos es parte del ministerio apostólico de Cristo. Cada vez que
hemos sido cambiados o hemos crecido en fe y obediencia es parte de este ministerio
de Cristo por medio de su Espíritu. La gran mayoría de las veces esta acción
nos pasa desapercibida. Esto es la vida secreta
de Dios en el hombre. Gloria a Dios por su inefable gracia.
Igualmente con el
ministerio sacerdotal de Cristo. Es un ministerio continuo delante de Dios.
Poniendo estos dos ministerios juntos podemos decir que Cristo como Apóstol es
la revelación y la palabra de Dios a los hombres y Cristo como Sacerdote es la
respuesta en perfecta obediencia y servicio del hombre a Dios. El es el
mandamiento y la obediencia personificados. El es la Justicia de Dios y el
juicio de Dios. El llamado y la respuesta. En su apostolado nos trae a Dios y
en su Sacerdocio nos lleva a Dios. Ambas
partes quedan satisfechas, la deuda pagada, la honra reparada.
El apóstol Pablo nos
da un pensamiento similar con respecto a Cristo en Ef. 1:10 diciendo; “…de
reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que
están en los cielos, como las que están en la tierra.” La palabra que Pablo
usa, “reunir” significa encabezar,
resumir, recapitular. La Biblia ampliada lo dice así; “unificar todas las cosas y encabezarlas y consumarlas en Cristo”
Todo lo que
pertenece a nuestra vida y salvación ha
sido reunido y consumado en la persona de Cristo. Esto es, como dice el autor
de hebreos, nuestra profesión o dicho de otra manera nuestra confesión, nuestra
fe, nuestra gloria, nuestra esperanza.
¡¡Oh bendito
misterio revelado a los hombres por el Evangelio!! ¿Quién podrá estar callado
ante tal gloria divina? Con razón los ángeles anhelan mirar estas cosas que el
Espíritu ha revelado.
¡¡OH Cristo Tú
eres mi TODO!!
Gloria a Dios
porque nos ha dado tan glorioso Salvador.