Hebreos 2; 11,12.
Hoy
consideraremos estos dos versículos que forman parte de lo que podríamos llamar
el descenso del Hijo para identificarse con sus hermanos. Recordemos que la
epístola comenzó hablándonos de la gloria del Hijo pero a partir del verso
nueve del capítulo dos comenzamos a ver ese descenso o humillación. Todo esto
es para llevarnos a los versos 17, y 18. Era necesario que fuera igual que sus
hermanos y padeciera para ser perfecto Salvador y fiel sumo sacerdote.
Estos dos
versículos tratan fundamentalmente con la identificación de Cristo con sus
hermanos, la relación fraternal con el pueblo de Dios. Esta unidad viene dada
primordialmente en Dios y con respecto a Dios, de ahí que dice “…el que santifica (Cristo, Heb. 10:10) y los que son santificados
(los hermanos) de uno (Dios Padre) son todos”
Podemos entender mejor esto si miramos Heb. 5:1. Todo sumo sacerdote ha de ser tomado entre los hombres.
Era necesaria la encarnación para que fuera
posible esta fraternidad entre Cristo y los hijos de Dios. Lucas lo muestra
claramente en su genealogía de Cristo llevándole desde José hasta “Adán, hijo de Dios” (Luc.
3:38). Entonces primero tenemos una unidad
de género. Luego seguimos leyendo (5:1) “constituido a favor de los
hombres” Esto nos da una unidad de
oficio. Como veremos ampliamente en el resto de la epístola, Jesús nos
representa continuamente delante de Dios como sumo sacerdote y ofrenda.
Cristo es el representante de una Nueva Raza engendrada por el Espíritu de
Dios. (Jn. 1:13; 3:3,5; 1Pe. 1:3,23;
San. 1:18). Termina este versículo hablando de los pecados, que puesto en
el sentido positivo, se refiere a nuestra santidad. Volviendo a nuestro texto (2:11) podemos ver que también hay una unidad de carácter. El que santifica y
los que son santificados, esto es; El Santo y los santos.
Por medio de la
voluntad consagrada a Dios de Cristo, hemos sido santificados para adorar y
servir a Dios. Separados para Dios como nación santa. (1Pe. 2:9).
Cristo no se avergüenza de
nosotros
Es por haber sido
santificados por Cristo y engendrados por el Espíritu que somos hechos hijos de
Dios y por lo tanto Él no se avergüenza de llamarnos hermanos y hermanas.
Creo que es
necesario que tengamos cuidado de no abusar indebidamente de este texto, como
diciendo: “Mira, somos tan malos y Jesús no se avergüenza de llamarnos
hermanos” Recordemos que es a los santificados de los que no se avergüenza.
Aquellos que no solo están unidos a Él en género, sino también en oficio y
carácter.
En una ocasión el
Señor habló a aquellos que eran de su mismo pueblo advirtiéndoles que si se
avergonzaban de él en su sufrimiento y cruz, él también se avergonzaría de
ellos en su venida. Mar. 8:38. En
otra ocasión el Señor diferenció quienes eran sus verdaderos hermanos incluso
excluyendo a los de su propia sangre si no se conformaban a honrar al Padre por
medio de la obediencia. (Mat. 12:46-50).
Y esta obediencia solo es posible bajo el Nuevo Pacto, esto es, en base a la obra
que Dios ha hecho y consumado en Cristo.
Así que Cristo no
se avergüenza porque éramos del Padre. (Jn.
17:6). No se avergüenza porque el
Padre nos entregó al Hijo (Jn. 6:37).
No se avergüenza porque hemos recibido y creído su palabra. (Jn. 17:8). No se avergüenza porque
hemos honrado al Padre cuando creímos en el Hijo. (Jn. 5:23). No se avergüenza porque hemos recibido su mismo Espíritu
que clama Abba Padre (Ga. 4:6). No
se avergüenza porque Él mismo nos ha dado la gloria que recibió del Padre. (Jn. 17:22). No se avergüenza porque por
el poder del Espíritu que mora en nosotros estamos siendo transformados a Su
imagen. (2Co. 3:18). Y así podíamos
continuar mirando todo aquello que Dios ha hecho en la redención y por lo que
el Hijo no se avergüenza de llamarnos hermano. Pero todo en base a lo que Dios
ha hecho y no nosotros en nuestras obras.
Cristo en medio del Remanente
Para demostrar la
declaración que ha hecho de Cristo con respecto a sus hermanos, el autor toma
dos citas del Antiguo Testamento. La primera la toma del Salmo 22 y la segunda
de Isaías 8.
El Salmo 22 es un
salmo claramente Mesiánico ya que el mismo Jesús cita el primer verso estando en la cruz; “Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mar. 15:34). También los versículos 16 y 18 se cumplieron en la
crucifixión. Finalmente el verso que el autor toma para demostrar su argumento
es el 22; “Anunciaré tu nombre a mis hermanos. En medio de la congregación te
alabaré”
Este salmo está
claramente dividido en dos partes. La primera es el grito de angustia de un
fiel que está pasando por un periodo donde Dios parece haberlo abandonado. Es
perseguido y los que le ven se mofan de él por confiar en Dios aún en la
angustia. La segunda parte del salmo es un canto de alabanza al Dios que le ha
socorrido. Este salmo es un testimonio a la fidelidad de Dios par con aquellos
que esperan en Él.
Es en medio de
este regocijo que encontramos la cita que el autor usa y aplica a Jesús
llamándonos hermanos y alabando en medio de la congregación.
Jesús que es el
verdadero remanente fiel de Dios se identifica totalmente con los fieles y
viene para anunciarnos el nombre de Dios. En el lenguaje bíblico el nombre de
una persona representa el carácter de la persona. Cristo vino para mostrarnos
al Padre (Jn. 1:18; 17:6) Y continua esa misión por medio del Espíritu Santo
que nos ha enviado. (Jn. 17:26). Este conocimiento de Dios Padre, de su
carácter y persona produce ese amor en la comunidad cristiana que trae veradera
unidad en el Espíritu. Esto es así de tal manera que Juan dice; “El que no ama,
no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1Jn. 4:8)
Miraremos ahora
la cita de Isaías y luego trataremos de unirlas en un mismo tema tal y como el
autor las ha visto.
En Isa.8:17
el profeta Isaías trae un mensaje al rey y al pueblo de arrepentimiento y
salvación, pero ni el rey ni el pueblo quieren escuchar. Como resultado del
rechazo de su mensaje el profeta determina “…esperar a Jehová, el cual ha
escondido su rostro de la casa de Jacob”
Esta frase (Jehová escondió su rostro) es el eslabón que el autor de hebreos
ven con el salmo 22 donde el justo sufre el aparente abandono de su Dios. En
ambos textos la actitud tanto del profeta como la del justo es esperar y
confiar en la salvación de Dios.
La siguiente cita
(Isa. 8:18) el profeta dice que él y
sus hijos son señales y presagio en Israel de parte de Jehová. El nombre de
Isaías significa “Jehová salva” y los nombres de sus dos hijos eran; “El
despojo se apresura, la presa se precipita” y “Un remanente volverá” Estos tres
nombres eran una señal y una profecía continua a los ojos y oídos de todo el
pueblo.
La palabra o idea
que el autor de hebreos usa en esta tercer cita es; “He aquí, yo y los hijos
que me dio Jehová”
Explicación de estos tres textos
En los tres
textos que el autor de hebreos ha tomado del AT podemos ver claramente que
dentro del Israel natural hay un
remanente fiel que confía y espera la salvación de Dios. Este remanente es
rechazado por el Israel natural y se mofan diciendo “…se encomendó a Jehová;
líbrele él. Sálvele puesto que en él se complacía” (Sal.22:8) Frase que repitieron
sobre Jesús en la crus los sacerdotes, escribas, fariseos y ancianos del
pueblo. (Mat. 27:43).
Es por medio de
la fe, la fidelidad y la confianza de este remanente sufriente que Dios puede
traer al Mesías prometido. Ellos permanecen confiados y en espera aún en medio
de juicio y la vuelta del rostro de Dios.
Es importantísimo
que veamos esta asociación entre el Hijo y sus hermanos en el remanente del AT
hasta la misma María, Elisabeth, Simeón, etc. Estos son los hermanos y los
hijos del AT de los cuales Dios no se avergüenza.
Aplicación de lo mismo al
presente.
Nosotros nos
encontramos entre la primera y la segunda venida de Cristo. Dios también ha
hablado de salvación y juicio. Al igual que en el AT hay quienes no han creído
el mensaje y quienes lo han recibido y esperan la venida y salvación de Dios.
Los que hemos creído somos señal y presagio
de Dios. En este sentido somos a Cristo lo que Isaías y sus hijos eran a Dios,
una proclamación de salvación y una proclamación de juicio. Pablo lo dice así; “Porque
para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan y en los que se
pierden…” (2Co. 2:15ss).
Los que creemos
somos testimonio y proclamación del carácter de Dios, decimos con nuestra fe
que Él es misericordioso y justo, es fiel y verdadero, poderoso y glorioso en
salvación.
Aún no se ha manifestado la salvación de Dios
en su totalidad. Aún estamos en debilidad, enfermedad, muerte física,
persecución, pruebas, etc. Pero en todo esto, incluso cuando hay momentos donde
parece que Dios ha vuelto el rostro, como lo hizo con su Hijo en la cruz, aún
así en esperanza proclamamos Su fidelidad. Los que no creen en la resurrección
y en su venida para juzgar y establecer su reino en la tierra se mofan de
nosotros. Nos juzgan y condenan en nuestras debilidades y aflicción diciendo
que Dios nos ha abandonado. Pero nosotros sabemos que esta es parte de la
participación de sus sufrimientos y que en sufrimiento y en gloria estamos
unidos a Él por la eternidad.
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