Dios quiere
que seamos santos, esa es su voluntad eterna y es para esto mismo que nos eligió
en Cristo. (Lev. 20:7; 1Pe. 1:15,16) Dios lo quiere así porque Él mismo es
Santo, porque es en esta Santidad que Él ha puesto la gloria que espera de
nosotros, el gozo con el cual él quiere satisfacernos.
¿Pero
qué es ser Santo? Como ya vimos en la meditación anterior, nuestra santidad
solo consiste en una participación de la santidad de Dios. Pero para entender
que es Santidad primero tenemos que considerar qué es Santidad en Dios.
Solo
Dios es Santo en esencia. O dicho de otra manera, él es Santo en sí mismo.
Santidad es la perfección divina, es la hermosura de su ser (1Cro. 16:9; 20:21;
Sal. 27:4; 29:2; 96:9) Esta hermosura divina es el objeto de contemplación de
todos los seres que le rodean en Su presencia. Sabemos esto porque solo dos
veces en todas las Escrituras nos hablan de un cielo abierto. Isaías 6 y
Apocalipsis 4. En ambas ocasiones podemos ver seres que proclaman Su santidad
tres veces, dándonos a entender lo más sobresaliente de Su ser.
¿Pero en
qué consiste La santidad de Dios? En Dios todo es simple. Sus perfecciones son
en él realmente idénticas a él mismo, Él es absoluta verdad o realidad en sí.
Siempre
nos faltarán palabras y conceptos para hablar
de Dios en su esencia, pero humanamente hablando, podemos decir que la santidad
de Dios se compone de dos elementos, uno negativo y otro positivo. El negativo
es la distancia infinita en El de todo lo que es imperfecto o impuro y esto es
la distancia de todo lo que no es Dios mismo. En el aspecto positivo, Dios se adhiere
por un acto inmutable y siempre presente de su voluntad al Bien Infinito; que
viene a ser Él mismo.
Dios se
conoce a sí mismo perfectamente. Su omnisciencia le presenta su propia esencia,
como la norma Suprema de su actividad.
Dios
nada puede querer, o hacer o aprobar que no esté de acuerdo al bien supremo,
que es su esencia divina. Esta adhesión inmutable, esta suprema conformidad de
la voluntad divina a la Esencia Infinita es perfecta porque en Dios la voluntad
es idéntica con su esencia.
La
Santidad divina es entonces el más perfecto amor y la Suprema fidelidad
inquebrantable con la que Dios se ama a sí mismo. Y como su sabiduría suprema
le muestra a Dios que Él mismo es absoluta perfección, el único ser necesario,
establece su Santidad divina como el fundamento y el ejemplo universal de la
única Fuente de toda Santidad creada. Esto nos lleva a entender que
necesariamente al amarse a sí mismo con perfección infinita Dios también quiere
que toda creatura que exista para la manifestación de su gloria le amen.
En base
a lo que venimos diciendo ahora podemos entender el verdadero sentido del
primer mandamiento; “Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu
alma y de toda tus fuerzas. “ Dt. 6:5. El mandamiento deja de ser mandamiento para
convertirse en consejo y dirección amorosa del Padre a sus hijos adoptivos, para
que alcancen la más grande bienaventuranza, que es la manifestación de su
Gloria. Es en esta contemplación amorosa de su santidad que somos transformados
a su imagen y hermosura.
Por tanto, nuestra Santidad será más alta en
cuanto a que haya en nosotros una mayor dependencia amorosa a Dios y
conformidad de nuestra voluntad a la suya. En cuanto más nos unimos a Dios por
medio de separarnos de todo lo que no es Dios, más será nuestra santidad.