SIGUIENDO A JESUS EN EL
EVANGELIO DE JUAN (INTRODUCCIÓN)
Como ya mencionamos anteriormente el propósito de estos estudios (si los
podemos llamar así) es hacer un seguimiento de Jesús tomando al discípulo Juan
como testigo presencial y al Espíritu Santo como guía e intérprete.
Esto no es un estudio teológico o exegético
del texto bíblico. Podemos tener la interpretación correcta y verdadera
del texto bíblico y sin embargo no ver a Jesús. Juan nos da testimonio que algunos
judíos de su tiempo tenían un buen conocimiento de la palabra de Dios y sin
embargo no pudieron ver a Dios, la Palabra encarnada. Jn. 5:39.Aquel Verbo
Eterno de Dios vino a nosotros velado en carne humana y es necesario que el
Padre nos permita ver dentro del Velo para declarar como Pedro; “…tú eres el Cristo,
el hijo de Dios” Esto no les debía haber extrañado a los judíos de aquel tiempo
porque Dios estuvo con ellos en el Tabernáculo velado con pieles de cabra.
Nuestro propósito es entrar en la escena bíblica en adoración, amor y reverencia, y allí tener comunión con Jesús.
Por medio de la imaginación y el texto bíblico podemos ser testigos
presenciales. Podemos escuchar las
conversaciones y las reacciones. Podemos hacer presente a Jesús y hacerle las
mismas preguntas o diferentes. Podemos adorarle como ciego que ha recibido la
vista o como leproso que ha sido limpiado. Podemos ungir sus pies con el
perfume de nuestra adoración y reclinarnos en su pecho en un acto de amor.
Lo importante es hacer presente a Jesús y dejar que nos hable por medio del
Espíritu. Esa impresión en nuestra mente de Su presencia y de la palabra que el
Espíritu nos dé, será la clave de comunión para el resto del día.
Sabemos que cada día trae su propio afán y como Marta, es necesario que
atendamos a mil cosas. Es en ese sin fin de acciones, pensamientos y
reacciones, todo ello necesario, que perdemos esa comunión y presencia lo cual nos
hace caer en pequeñas faltas. Son estas pequeñas pifias que agotan nuestro
espíritu. Como dice el cantor de Israel que “…son las pequeñas zorras que echan
a perder las viñas” (Can. 2:15). Es necesario volver una y otra vez a Su
presencia a lo largo del día para beber del agua de vida, para oír la voz del
Señor, para ver las obras que el Padre nos quiere mostrar.
Algo que está claramente documentado en los evangelios es que Jesús estaba
continuamente consciente del Padre y
moviéndose en Su presencia. Esto mismo es lo que en Jn. 15 enseña a sus
discípulos antes de su partida.
Para hacer este seguimiento de Jesús es necesario que afinemos de nuevo o
quizá aprendamos la disciplina de la meditación bíblica. Lamentablemente esta
disciplina se está perdiendo entre los cristianos, si no es que se ha perdido
ya. Me pregunto cuántos de nosotros hemos asistido a un seminario de meditación
bíblica organizado por la iglesia a la que pertenecemos.
Nuestra lectura bíblica suele ser fundamentalmente para adquirir
conocimiento, o en el peor de los casos
para seguir un programa rutinario de lectura, que acalle nuestra
conciencia. Esto produce cristianos superficiales o envanecidos, como dice
Pablo; “ …el conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1Co. 8:1).
Es necesario que el texto bíblico pase de la mente al corazón, al hombre
interior, que es el asiento de nuestra voluntad y emociones.
Esto es posible cuando le permitimos al Espíritu Santo tomar la Palabra y
escribirla en las tablas del corazón.
Esa palabra tiene que ir calando y calando profundamente como lluvia suave
que ablanda la tierra que ha de ser labrada. Y no como lluvia torrencial
(acumulación de información bíblica, cursos rápidos, seminarios, etc.). Todo
esto solo llena de información nuestra
libreta de notas que al fin y al cabo nos dejará igual que antes sin haber
transformación. Seguimos siendo el mismo, solo con un poco mas de información.
Cuando Dios estaba preparando a Josué para tomar la tierra prometida, uno
de los requerimientos para el éxito de la conquista era que meditara en el
libro de la ley. Igualmente el Salmo uno habla de las bendiciones de aquellos
que meditan en la ley de día y de noche. La palabra hebrea para meditar (
(hagah) se traduce en otros textos como “murmurar, susurrar, gemir, imaginar y
rugir”
George Whitefield dejó escrito en su diario “…comencé a leer las Santas
Escrituras de rodillas, dejando de leer todos otros libros, y orando si era
posible en cada línea y palabra. Esto demostró ser para mi verdadera comida y
bebida para mi alma. Diariamente recibí nueva vida, luz y poder de lo alto.
Adquirí más conocimiento verdadero leyendo el Libro de Dios en un mes, de lo
que podría haber recibido de todos los escritos de los hombres”
En nuestro seguimiento de Jesús no será necesario leer porciones largas del
Evangelio. Los antiguos puritanos solían tomar dos o tres versos de la biblia y
meditar por semanas enteras antes de pasar a leer otros dos o tres versos. Lo
importante no es la cantidad que leemos sino la cantidad que le permitimos al
Espíritu Santo instruir en nuestro espíritu. Solo nos transforma lo que Dios
sella en nuestro ser interior.
ASPECTOS PRÁCTICOS PARA
MEDITAR LA PALABRA.
Antes de continuar quisiera repasar algunos aspectos prácticos en nuestra
hora de meditación.
El primer paso es tomar la decisión firme de darle fielmente una hora de mi
día al Señor para buscar su PRESENCIA.
Cuando le doy mi tiempo, me estoy dando a mí mismo, me estoy rindiendo
en amor y expectación.
No solo es importante encontrar el tiempo, sino encontrar un lugar, un
Betel donde nos encontramos con Dios. Cuando Judas buscaba a nuestro Señor para
entregarle sabía que estaba en el lugar que frecuentaba para encontrarse con el
Padre. Abraham edificaba un altar cada
vez que movía el campamento. Cuando Jacob experimentó su segundo avivamiento
Dios le llamó a Betel. Y así podríamos seguir mencionando la importancia de
tener un lugar donde nos encontramos en su presencia. Muchas veces
experimentaremos que antes de entrar a ese lugar Él ya nos está esperando y nos
lo confirmara sintiendo Su amorosa presencia.
Creo que es importante prepararnos mental y emocionalmente cuando venimos
delante de Él. Vivimos en un mundo de prisas, tensión, violencia, etc. Nada de
esto existe en la presencia de Dios. Cuando Jesús nos invita, lo hace al
descanso para nuestras almas. Jesús nos dice; “…no se turbe vuestro corazón…”
Es necesario que entremos y sentados o de rodillas o postrado, cualquiera
sea la posición que prefieras, deliberadamente dejemos toda tensión, toda
agitación de espíritu. En su presencia nada importa, Él está en control de
todas las cosas y circunstancias. Delante de Él toda tensión, ansiedad,
preocupación, frustración, todo se disipa como vapor.
Ahora en un acto deliberado buscamos Su presencia, o los hacemos
conscientes de Su presencia. Él está presente en nuestro espíritu. Jesús dijo; “vendremos
a él y haremos morada en él” Este es el Don inefable del Espíritu Santo. Él
está presente en nuestro espíritu, él mora en el centro de nuestro ser. Dios
está más cerca de nosotros que nosotros mismos.
Este concienciarnos de Su presencia lo podemos hacer con una adoración
suave, como si le estuviéramos hablando al oído recostados en su pecho. Usamos
frases cortas como; “Gras Señor” o “Te amo mi Dios” “Gloria a tu Nombre” etc. Lo
hacemos dejando un espacio entre frase y frase esperando su respuesta. Lo
hacemos con verdad e intención de corazón. No lo hacemos como si fuera meditación oriental que usa un mantra para
concentrarse y vaciar la mente de distracciones.
Una vez ya somos conscientes de Su presencia, como por así decirlo, cuando
ya tenemos su atención, pero que en realidad es Él que tiene nuestra atención,
podemos pasar a la oración, la intercesión o la lectura bíblica.
Para nuestro caso, que es el seguimiento de Jesús en el libro de Juan,
pasaremos a la lectura bíblica.
Tomamos un texto corto, no más de dos o tres versos y los usamos como tema
de oración o de alabanza o acción de gracias. Dejamos que el Espíritu Santo nos
llena la mente y la boca al mismo tiempo que vamos haciendo el texto nuestro.
Pongo un simple ejemplo en Jn. 1:1
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios”
“OH Señor, tú eras en el principio, desde antes del principio y hasta la
eternidad Tu eres. En ti está el origen de todo. Tú que eres eterna bondad,
sumo bien, amor perfecto. En ti está mi origen, Desde ese principio y por todas
las generaciones has llegado a mi, tu siervo que te escucha.”
Cuando sentimos que hemos agotado esa porción, simplemente pasamos a la
otra
“Señor, tú eres el Verbo de Dios, la Palabra de Dios al mundo y a mí. En ti
está revelado todo lo que Dios es y quiere. Cuando te veo clavado en la Cruz, tú
eres palabra de Dios para mí. Cuando te veo resucitado y exaltado, Tú eres palabra
de Dios para mí. Cuando te veo limpiando los pies a tus discípulos. Tú eres
palabra de Dios para mí. Cuando te veo perdonando a un pecador, limpiando un
leproso. Tú eres palabra de Dios para mí. Hoy te recibo como palabra de Dios,
como voluntad de Dios, como imagen a la que estoy siendo transformado. Te alabo
y le pido a tu Espíritu que me conforme a esa divina Palabra.”
Y así podemos ir usando el texto para orar, adorar, meditar y permitir que
el Espíritu nos vaya instruyendo de una manera personal según nuestra necesidad
del momento.
Por medio de este método sencillo de meditación alcanzamos muchos
beneficios. Primero es que por medio de la Palabra y el Espíritu hacemos al
Dios presente y personal. Segundo es que cuando dejamos nuestro altar nos
daremos cuenta que a todo lo que hemos dicho el Espíritu Santo ira añadiendo a
lo largo del día y así andaremos en su presencia y comunión. Tercero es que la
lectura de la Biblia toma un carácter más personal y más intimo. También iremos
creciendo en entendimiento del sagrado libro y sin darnos cuenta iremos
madurando, ya que lo que hemos declarado en voz alta ira siendo formado en el
corazón por el Espíritu. También con este método nos daremos cuenta que nuestra
fe irá aumentando, ya que la fe viene por oír la PALABRA DE DIOS.
Hay mucho más que podría añadir a este método sencillo de meditación, pero
el espacio no me permite. Solo dar una advertencia. Es importante saber que
para la práctica de la meditación y la busque intima de Dios es importante la
manera en que vivimos. Quiero decir que la manera en que vivimos afectara
nuestro tiempo de meditación, y nuestra meditación afectará la manera en que
vivimos.
La próxima reunión entraremos de lleno en el texto de Juan. Tratare de dar
una pequeña introducción del texto solo como guía por si lo necesitas pero
prefiero que no dependas demasiado de lo que yo escriba. Recuerda no es un
estudio o comentario de Juan que estamos haciendo. Es un seguimiento de Jesús
por medio del texto.