Heb. 1:8,9
Hemos estado
mirando en tan solo siete versículos de esta carta como el autor nos ha dado
una sublime exposición de Cristo. Nos ha dicho que él es la última, definitiva,
final, y completa Palabra del Dios al hombre. Nos ha dicho que Él es el heredero,
creador y sustentador de todo. También es la imagen de la sustancia de Dios y
el resplandor de su gloria. Quien ha
purificado de nuestros pecados y ahora
está sentado a la diestra de la Majestad.
Él es quien ha
honrado a Dios delante de los hombres y quien ha honrado al hombre (por ser él
mismo Hijo del Hombre) delante de Dios. Y por último hemos visto que Él es
verdadero Templo de Dios no hecho de manos porque en Él y solo en Él
(Emanuel) Dios se encuentra con el
hombre. Solo por medio de Él es que podemos venir al Padre para adorar, orar y
servir en Espíritu y verdad. El es el Templo, el Sacrificio (el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo) y el Sumo Sacerdote.
¿Qué nos está
diciendo el Espíritu Santo en tan solo siete versículos? Yo creo que si miramos
el contexto de esta epístola dirigida a una comunidad que estaba contemplando
volver al sistema Antiguo, el sistema de la letra y los ritos, el sistema
externo y físico de lo que se puede palpar (Heb. 12:18) Un sistema que ya había
cumplido su función y estaba pronto a desaparecer. Si miramos la manera en que
el Espíritu Santo quiere corregir este error en la iglesia, nos daremos cuenta
que siempre ha usado el mismo método, esto es; presentar a Cristo en toda su
gloria.
El libro de Apocalipsis
está dirigido a una iglesia desgastada por la persecución y las diferentes
herejías que la querían descarriar. La solución es La Revelación de Jesucristo
a su siervo Juan para que la escriba a las siete iglesias.
Quizás los tres
movimientos históricos más importantes de la iglesia han sido la revelación de
Cristo como nuestra Justificación, nuestra santificación y nuestro bautizador.
Mi pregunta es
¿estamos viviendo tiempos donde necesitamos una nueva revelación de Cristo?
Mi respuesta es;
“Desesperadamente SI” Nos hemos enamorado de las bendiciones y nos estamos
olvidando del Bendito.
Pablo se
encontraba con este mismo problema cuando dice; “Porque los judíos piden
señales y los griegos buscan sabiduría” ¿no es esto una señal de nuestros
tiempos, incluso de la iglesia? Buscamos en la Biblia la sabiduría de la vida y
las fórmulas para obtener poder. La solución que ofrece Pablo es la siguiente; “…pero nosotros
predicamos a Cristo crucificado.” Ese Cristo, en la “debilidad” de la cruz, es
la sabiduría de Dios y el poder de Dios. Hermanos dejemos de buscar poder y
sabiduría y todas las demás cosas por las que tanto nos afanamos. Nunca lo
alcanzaremos, porque El nos ha sido hecho sabiduría, justificación,
santificación, redención, poder, fe…. Y todo lo que deseemos de Dios, pero no
para poseer esas cosas, sino que poseyendo a Cristo crucificado lo tenemos todo
sin poseer nada, sino solo a Cristo. A él sea la gloria.
“Mas del Hijo dice…”
En los versículos
que meditamos hoy (Heb.1:8,9) el
autor nos presenta al Hijo como el Rey ungido y eterno cuyo reino es un reino
de justicia.
El Espíritu Santo
nos lleva al Salmo 45. Este salmo es el cántico de una boda real. Como dice el
salmista en la introducción es “Canción de amores.” Su corazón está rebosando
de la revelación que ha recibido. Ha visto al Rey en gloria y hermosura contrayendo
nupcias.
El salmo es
también un “Masquil” esto quiere decir que es un salmo didáctico, que viene de
una persona que ha recibido entendimiento y escribe para instruir.
El Salomo se
refiere a la relación de pacto entre Dios y su pueblo en el AT y la iglesia en
el NT.
Desde el verso
uno hasta el nueve nos da una descripción de este rey a quien el canto va
dirigido. ¿Qué podemos conocer de Cristo en este maravilloso retrato?
“…eres el más hermoso de los hijos de los hombres”
Esta
hermosura no necesariamente es física, sino espiritual. El profeta Isaías nos dice (Isa 53:2) “Subirá cual renuevo delante de él, y como
raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin
atractivo para que le deseemos.” No
es la hermosura física de la que habla el salmista, sino de la verdadera
hermosura, la interior. Dios es hermoso en su santidad y ese mismo parecer
desea en sus hijos. Cuando la Biblia habla de hermosura es una referencia a la
santidad. (Sal. 29:2; 27:4; 96:9.)
Otro salmo que más adelante cita el autor también habla de la hermosura del
Ungido asociándola a la santidad. Sal 110:3.
Contemplamos su hermosura y santidad al leer los Evangelios, pero no como
se mira un paisaje o un cuadro. Lo contemplamos en el contexto de Jn.1:16; 1Jn.1:1-4. De esa hermosura
somos partícipes en la comunión del Espíritu.
“…la gracia se
derramó en tus labios”
Los que le vieron han dejado
testimonio de esas palabras de gracia. Lc.
4:22; Jn. 6:68. Jn. 8:11. No son palabras de juicio o condenación que
escucharon, sino de salvación, perdón, sanidad y consuelo. La religión nos condena y acusa a nuestras
conciencias paralizándonos y robándonos toda confianza para acercarnos a Dios.
Pero Él vino para invitarnos si estamos cargados y cansados, si tenemos sed y
hambre. Incluso se la hemos negado como el mismo Pedro.
“…ciñe tu espada
sobre el muslo, oh valiente.”
Isaías (Isa. 63:1-6) Nos
presenta un cuadro poderoso de este valiente que “…a pisado él solo el lagar”
Un hubo quien la ayudara ni estuviera con él. Él solo luchó con los enemigos de
su Dios y su pueblo. Él solo es el fiel que hasta en la cruz, por un corto espacio
de tiempo, fue desamparado, sufriendo toda la ira que merecía nuestros pecados.
Todo enemigo de nuestra salvación ha sido vencido por ello él reinará sobre
nosotros para siempre y nadie nos arrebatará de sus manos.
“…en tu gloria sé
prosperado.”
Su gloria, la gloria con que fue prosperado en su proeza, con que venció a
sus enemigos es la cabalgadura que usó,
es decir; Verdad, Humildad y Justicia. Esas fueron sus armas con las que luchó.
No con artimañas del error como usaron sus enemigos, sino con el bien venció el
mal. El profeta Zacarías le vio así entrando a Sión (Za.9:9) “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de
júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador,
humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”
Estas mismas armas poderosas y divinas nos ha dejado a nosotros para que
aprendamos a esgrimir, porque el Reino de los cielos no puede edificarse de
otra manera porque…..
“…Cetro de justicia
es el cetro de tu reino.”
El gobierno de Cristo es un gobierno de justicia. El vino para que toda
justicia tenga cumplimiento (Mat. 3:15)
Así lo profetizó Jeremías “…He aquí
vienen días, dice Jehová, en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado
a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquel tiempo
haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la
tierra. En aquellos días Judá será
salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra. Jer.
33:14-16. El es el Rey Justo del que habla el Salmo 72.
Jesucristo no solo vino para cumplir toda justicia, sino para que esa
justicia sea cumplida en nosotros y establecer un trono de justicia en la
tierra. El profeta Isaías nos habla continuamente de este Rey de justicia, el
trono de justicia que ha de venir. (Isa.
32; 42; 26; 16; etc. Para que Dios
pudiera establecer ese reino de justicia en la tierra, primero tuvo que buscar
entre los hombres a uno que fuera justo y según su corazón. Entre todos los
hombres solo encontró un justo que pudiera “abrir el libro y desatar los sellos”
(Ap. 5:1ss) El vino anunciando que
el Reino de Dios se ha acercado y también invitando a todos los que tienen
hambre y sed de justicia a que sean parte de este reino y que oren al Padre; “…venga
tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.”
Creo que uno de los problemas del cristianismo actual es que no nos estamos
apropiando de la intención de nuestra salvación. Hemos hecho nuestra salvación
demasiado personal, individual y subjetiva. Salvación es el rescate divino de
un remanente de justicia para la gloria de su Nombre con el fin de quitar toda rebeldía
de este planeta y establecer su gobierno. Cristo está levantando este reino y
reclutando, por decirlo así, súbditos que sean su pueblo.
Solo lo que es edificado en justicia puede permanecer para siempre, por lo
que dice; “…tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre.” Así que cada uno mire
cómo edifica.
Nosotros hemos sido justificados por Su gracia, pero eso es nuestra
justicia posicional. Dios ahora nos está llevando a la justicia actual y más
tarde a la perfecta en su reino. (Ga.
5:5)
CONCLUSION
No podemos detenernos más tiempo en este salmo precioso por falta de
tiempo, pero era necesario que lo miráramos ya que el Espíritu Santo lo trajo a
nuestra atención. Nuevamente hemos visto al Hijo en su persona y su obra que
son lo mismo, esto es, su obra es el fruto de su carácter.
Pero no podemos pasar por alto la segunda parte del salmo porque ahí nos
habla de una “reina con oro de Ofir” Claramente
se está refiriendo a la iglesia que más tarde la vemos adornada para su esposo
en Ap. 19. Pero algo peculiar que vemos en el salmo (Sal. 45:10-12) es que el
cantor la habla a esta reina dándole un consejo; “…olvida tu pueblo y la casa
de tu padre” Este es un principio espiritual clarísimo al que somos llamados
todos los creyentes y es a salir de nuestra tierra y nuestra parentela, como lo
hizo nuestro Padre de la fe (Abraham) con el fin de que Dios sea nuestro TODO.
Es en esta condición que “…el Rey desea nuestra hermosura” La hermosura de un
total rendimiento y dedicación a Cristo.
SI OYERES HOY SU VOZ
Pídele hoy a Dios que te de hoy una visión panorámica y teocéntrica de su
plan de redención.
Pídele al Espíritu Santo que te muestre la misión que Cristo vino a cumplir
a la tierra para su Padre.
Contemplemos hoy al Siervo sufriente en su hermosura y gracia usando las
armas de justicia contra sus enemigos. “Di
mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no
escondí mi rostro de injurias y de esputos. Porque el Señor Jehová me ayudará,
por tanto no me avergoncé; por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no
seré avergonzado.” Isa 50:6,7. Con estas armas de justicia venció tu Señor
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