Hebreos 2:5-9
En la lección
anterior estuvimos considerando la exhortación del autor a que seamos
diligentes con las cosas que hemos oído, ya que conciernen a una “salvación tan
grande” y nuestra apatía nos puede llevar a ser reprendidos o incluso deslizarnos.
Esta exhortación es un paréntesis que el autor introduce en su discurso acerca
del Hijo y su superioridad a los ángeles que fueron mediadores del viejo orden y que según dan a
entender las escrituras este presente siglo ha sido confiado a los ángeles para
ser administrado.
Después de la
exhortación el autor no ha cambiado su tema, sigue con el tema del Hijo y los
ángeles. Prueba de ello es que si seguimos la lectura desde el versículo 1:14
sin leer 2:1-4 y continuamos con el verso
5 del capítulo dos, nos damos cuenta que fluye perfectamente.
El mundo venidero
El autor aún está
hablando del mundo venidero el cual el Hijo ha heredado en su exaltación. El
mundo venidero es el Nuevo Orden que fue inaugurado con el sacrificio de Cristo
y será consumado en su venida. Lo que Pedro llama; “…la restauración de todas
las cosas” (Hch. 3:21) Nosotros, por haber nacido del Espíritu en la
resurrección de Cristo, ya hemos entrado en este Nuevo Orden, aunque la redención
total aún no ha sido consumada en nosotros. Es lo que en teología llaman; “El ya pero
todavía no” ¡¡Gloria a Dios por su infinita misericordia!!
Este nuevo orden,
dice el autor, no será sujeto a los ángeles, sino al hombre porque para él fue
creado y entregado originalmente. Pero todos conocemos la tragedia de Génesis
tres, cómo Adán se vendió al un Ángel caído que se convirtió en “…el príncipe
de este mundo” (Jn. 12:31; 14:30; 16:11)
Después de esta
tragedia era necesario recuperar y restaurar
toda la creación que fue sujeta a vanidad y gime con dolores de parto. (Ro.
8:18-23. Para ello fue necesario que Dios se hiciera hombre y como hombre
recuperar la autoridad y el dominio despojando a los principados y potestades
(Col. 2:15) y siendo exaltado hasta lo sumo (Fil 2:9-11) Sentándose a la diestra en los lugares
celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío y sobre todo
nombre que se nombre, no solo en este sigo (el presente orden) sino también en
el venidero (Nuevo Orden o Mundo Venidero) Ef. 1:20-22.
Así que el “mundo
venidero” que el autor menciona, la Nueva Creación, será sujetado nuevamente al
hombre y este, bajo la autoridad de Cristo. Este Nuevo Orden inaugurado por
Cristo es muy diferente y en ocasiones opuesto al Viejo Orden. Mateo 5,6,y 7 nos
dan un corto resumen de este Nuevo Orden que ya debería ir cumpliéndose en cada
creyente. Jesús lo anuncia o expone así. “…oísteis que fue dicho…pero yo os
digo…” Es de suma importancia que el cristiano atienda a estas palabras de
contraste entre el Viejo Orden y el Nuevo Orden. Otra frase que usa Jesús para
anunciarnos el Nuevo Orden es; “…el Reino de los cielos es semejante a…” Estas
son las leyes vitales y el carácter del Nuevo Orden.
Para que el Nuevo
Orden pudiera ocurrir era necesario abolir el Viejo Orden y establecer el Nuevo Orden con
un Nuevo Pacto y un Nuevo Sacerdocio basado en mejores promesas, que veremos
más adelante, porque de esto se ocupa fundamentalmente esta epístola, en el
verso 5 nos lo dice; “…el mundo venidero, del cual estamos abalando”
El autor nos
lleva al salmo 8 para interpretarlo cristológicamente. Hasta ahora hemos estado
viendo al Hijo de Dios en su exaltación. A partir de este momento somos introducidos
al Hijo del Hombre en su humillación.
El salmista se
encuentra considerando la gloria que Dios le ha dado al hombre cuando fue
creado, que fue creado un poco menor que los ángeles, y aún así, lo puso en
autoridad sobre todo lo que había creado (Gen. 1:26-28)
El autor de hebreos
ve este salmo en referencia, no solo al primer Adán, sino con referencia al “último
Adán” Cristo, que es la cabeza de la Nueva Creación y el Soberano del mundo
venidero.
Cristo fue hecho
menor que los ángeles por un corto tiempo en su encarnación con el fin de
identificarse completamente con sus hermanos (2: 10-18). Aquí el contraste con
lo mencionado en el capítulo anterior; “…hecho tanto superior a los ángeles” (1:4)
y lo mencionado en el capítulo presente; “…fue hecho un poco menor que los
ángeles” (2: 9).
Por causa del
fracaso del primer hombre Dios se provee a sí mismo de un Hombre (Sal 80:17ss)
sobre quien puede descansar la declaración de Gen. 1:26 que mencionamos antes.
El es la imagen de Dios que como Espíritu vivificante engendra en el espíritu
una nueva descendencia que llenará la tierra de la imagen y gloria de Dios.
“Todo lo
sujetaste bajo sus pies…pero todavía no vemos que todas las cosas le sean
sujetas… pero vemos a Jesús coronado de gloria y honra.” (2:8,9)
Ya, pero todavía no.
El autor ve a
Cristo coronado de gloria y honra en su exaltación pero no puede pasar por alto
la declaración del salmo 110:1 que dice: …siéntate a mi diestra hasta que ponga
a tus enemigos por estrado de tus pies”
Así que hay un
presente de muchas cosas sujetas, otras siendo sujetadas y otras esperando ser
sujetas. En esta tensión presente y espera de Su advenimiento se encuentra la
Iglesia. Una Iglesia que en medio del sufrimiento y aunque con los ojos
naturales no ve todas las cosas sujetas. Aún así con los ojos de la fe puede
ver a Cristo coronado de gloria.
En cierto modo
ese era el caso de los hebreos que estaban siendo perseguidos. Definitivamente
ellos aún no podían ver a sus perseguidores bajo el estrado de Sus pies. Pero
el autor les invita a mirar a Jesús sentado a la diestra. Les exhorta a la
paciencia y le fe que erada las promesas. (Heb. 6:12,15; 10:36; 12:1)
Es necesario
recordar que los bienes o bendiciones que experimentamos en este lado de
nuestra salvación son, según el autor, es un gustar de los bienes y del poder
venidero. (Heb. 6:5; 9:11; 10:34) Nuestra esperanza está en los cielos, nuestra
herencia está en los cielos (1Pe:1:4).
Para terminar
quiero enfatizar lo que el autor nos exhorta y más adelante volverá a exhortar
(Heb. 12:2). Me refiero a la frase; “…Pero vemos a aquel que fue hecho un poco
menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y honra a causa del
padecimiento de la muerte…”
Mientras
peregrinamos en esta tierra y vemos el pecado que nos asedia, las injusticias y
tragedias. Mientras vemos los enemigos que se levantan contra nosotros.
Mientras vemos nuestra propia debilidad y faltas. Mientras vemos esto y mucho
más, es fácil desanimarse. Pero bendito el cristiano que en medio de todo puede
ver a Jesús, como nuestro representante y garantía. Que si esto es en el primer
fruto también ciertísimamente será verdad de la cosecha restante.
Hoy ciertamente
veo mi pecado y la debilidad de mi carne. Pero aún más veo mi Garante coronado
de gloria. Hoy veo a mis enemigos, mi enfermedad, los que me juzgan y condenan,
los que me rechazan. Pero también veo a Fiador del Pacto exaltado y honrado. Esa
es nuestra fe.
¡¡Gloria a Dios!!