MI CAMINO

martes, 29 de julio de 2014

Hebreos 2:5-9


En la lección anterior estuvimos considerando la exhortación del autor a que seamos diligentes con las cosas que hemos oído, ya que conciernen a una “salvación tan grande” y nuestra apatía nos puede llevar a ser reprendidos o incluso deslizarnos. Esta exhortación es un paréntesis que el autor introduce en su discurso acerca del Hijo y su superioridad a los ángeles que fueron  mediadores del viejo orden y que según dan a entender las escrituras este presente siglo ha sido confiado a los ángeles para ser administrado.
Después de la exhortación el autor no ha cambiado su tema, sigue con el tema del Hijo y los ángeles. Prueba de ello es que si seguimos la lectura desde el versículo 1:14 sin leer 2:1-4 y continuamos con el  verso 5 del capítulo dos, nos damos cuenta que fluye perfectamente.

El mundo venidero
El autor aún está hablando del mundo venidero el cual el Hijo ha heredado en su exaltación. El mundo venidero es el Nuevo Orden que fue inaugurado con el sacrificio de Cristo y será consumado en su venida. Lo que Pedro llama; “…la restauración de todas las cosas” (Hch. 3:21) Nosotros, por haber nacido del Espíritu en la resurrección de Cristo, ya hemos entrado en este Nuevo Orden, aunque la redención total aún no ha sido consumada en nosotros.  Es lo que en teología llaman; “El ya pero todavía no” ¡¡Gloria a Dios por su infinita misericordia!!
Este nuevo orden, dice el autor, no será sujeto a los ángeles, sino al hombre porque para él fue creado y entregado originalmente. Pero todos conocemos la tragedia de Génesis tres, cómo Adán se vendió al un Ángel caído que se convirtió en “…el príncipe de este mundo” (Jn. 12:31; 14:30; 16:11)

Después de esta tragedia era necesario recuperar y restaurar  toda la creación que fue sujeta a vanidad y gime con dolores de parto. (Ro. 8:18-23. Para ello fue necesario que Dios se hiciera hombre y como hombre recuperar la autoridad y el dominio despojando a los principados y potestades (Col. 2:15) y siendo exaltado hasta lo sumo (Fil 2:9-11)  Sentándose a la diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío y sobre todo nombre que se nombre, no solo en este sigo (el presente orden) sino también en el venidero (Nuevo Orden o Mundo Venidero) Ef. 1:20-22.   

Así que el “mundo venidero” que el autor menciona, la Nueva Creación, será sujetado nuevamente al hombre y este, bajo la autoridad de Cristo. Este Nuevo Orden inaugurado por Cristo es muy diferente y en ocasiones opuesto al Viejo Orden. Mateo 5,6,y 7 nos dan un corto resumen de este Nuevo Orden que ya debería ir cumpliéndose en cada creyente. Jesús lo anuncia o expone así. “…oísteis que fue dicho…pero yo os digo…” Es de suma importancia que el cristiano atienda a estas palabras de contraste entre el Viejo Orden y el Nuevo Orden. Otra frase que usa Jesús para anunciarnos el Nuevo Orden es; “…el Reino de los cielos es semejante a…” Estas son las leyes vitales y el carácter del Nuevo Orden.
Para que el Nuevo Orden pudiera ocurrir era necesario abolir  el Viejo Orden y establecer el Nuevo Orden con un Nuevo Pacto y un Nuevo Sacerdocio basado en mejores promesas, que veremos más adelante, porque de esto se ocupa fundamentalmente esta epístola, en el verso 5 nos lo dice; “…el mundo venidero, del cual estamos abalando


El autor nos lleva al salmo 8 para interpretarlo cristológicamente. Hasta ahora hemos estado viendo al Hijo de Dios en su exaltación. A partir de este momento somos introducidos al Hijo del Hombre en su humillación.

El salmista se encuentra considerando la gloria que Dios le ha dado al hombre cuando fue creado, que fue creado un poco menor que los ángeles, y aún así, lo puso en autoridad sobre todo lo que había creado (Gen. 1:26-28)
El autor de hebreos ve este salmo en referencia, no solo al primer Adán, sino con referencia al “último Adán” Cristo, que es la cabeza de la Nueva Creación y el Soberano del mundo venidero.
Cristo fue hecho menor que los ángeles por un corto tiempo en su encarnación con el fin de identificarse completamente con sus hermanos (2: 10-18). Aquí el contraste con lo mencionado en el capítulo anterior; “…hecho tanto superior a los ángeles” (1:4) y lo mencionado en el capítulo presente; “…fue hecho un poco menor que los ángeles” (2: 9).

Por causa del fracaso del primer hombre Dios se provee a sí mismo de un Hombre (Sal 80:17ss) sobre quien puede descansar la declaración de Gen. 1:26 que mencionamos antes. El es la imagen de Dios que como Espíritu vivificante engendra en el espíritu una nueva descendencia que llenará la tierra de la imagen y gloria de Dios.

“Todo lo sujetaste bajo sus pies…pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas… pero vemos a Jesús coronado de gloria y honra.” (2:8,9)

Ya, pero todavía no.
El autor ve a Cristo coronado de gloria y honra en su exaltación pero no puede pasar por alto la declaración del salmo 110:1 que dice: …siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”
Así que hay un presente de muchas cosas sujetas, otras siendo sujetadas y otras esperando ser sujetas. En esta tensión presente y espera de Su advenimiento se encuentra la Iglesia. Una Iglesia que en medio del sufrimiento y aunque con los ojos naturales no ve todas las cosas sujetas. Aún así con los ojos de la fe puede ver a Cristo coronado de gloria.

En cierto modo ese era el caso de los hebreos que estaban siendo perseguidos. Definitivamente ellos aún no podían ver a sus perseguidores bajo el estrado de Sus pies. Pero el autor les invita a mirar a Jesús sentado a la diestra. Les exhorta a la paciencia y le fe que erada las promesas. (Heb. 6:12,15; 10:36; 12:1)

Es necesario recordar que los bienes o bendiciones que experimentamos en este lado de nuestra salvación son, según el autor, es un gustar de los bienes y del poder venidero. (Heb. 6:5; 9:11; 10:34) Nuestra esperanza está en los cielos, nuestra herencia está en los cielos (1Pe:1:4).

Para terminar quiero enfatizar lo que el autor nos exhorta y más adelante volverá a exhortar (Heb. 12:2). Me refiero a la frase; “…Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y honra a causa del padecimiento de la muerte…”

Mientras peregrinamos en esta tierra y vemos el pecado que nos asedia, las injusticias y tragedias. Mientras vemos los enemigos que se levantan contra nosotros. Mientras vemos nuestra propia debilidad y faltas. Mientras vemos esto y mucho más, es fácil desanimarse. Pero bendito el cristiano que en medio de todo puede ver a Jesús, como nuestro representante y garantía. Que si esto es en el primer fruto también ciertísimamente será verdad de la cosecha restante.
Hoy ciertamente veo mi pecado y la debilidad de mi carne. Pero aún más veo mi Garante coronado de gloria. Hoy veo a mis enemigos, mi enfermedad, los que me juzgan y condenan, los que me rechazan. Pero también veo a Fiador del Pacto exaltado y honrado. Esa es nuestra fe.
¡¡Gloria a Dios!!

  

martes, 15 de julio de 2014


HEBREOS CAPITULOS DOS

 

Heb. 2:1-4.

 

En estos primeros versículos del capítulo dos el autor llega a la conclusión de  todo el argumento que ha ido levantando cuidadosamente con cita tras cita del AT. La conclusión es una exhortación, la primera de cinco que veremos más adelante.

 

El argumento es lógico. Si la palabra dada por los ángeles fue firme, ¿Cuánto más firme será la palabra dada por el Hijo?

El Señor Jesús enseñó una parábola que nos da una imagen semejante (Mat 21:33-46). En esta parábola es el Hijo que trae la última palabra a los arrendatarios de la viña y es el rechazo de la palabra del Hijo que trae el juicio a estos viñadores. Y es que, el único pecado que finalmente condenará se reduce a creer o escuchar al Hijo. (Jn. 3:18-21; 5:40; 16; 8,9). Igualmente en la Iglesia es la Palabra del Hijo que es necesario escuchar. (Mt.17:5).

 

Miremos estos versículos más detalladamente:

 

Una necesidad imperiosa

El autor impone una necesidad a sus oyentes, en vista de haber demostrada claramente la superioridad de la palabra dada por Dios en el Hijo. Esa necesidad es que atendamos con más diligencia a lo que hemos oído.  

El autor no nos dice exactamente a que se refiere con; “…las cosas que hemos oído” pero está claro que se está refiriendo a la palabra del Evangelio, la enseñanza de los apóstoles. Esta palabra nos ha llegado a nosotros en la Biblia. El NT en particular son los escritos de aquellos que escucharon al Señor. El apóstol Pedro, como un buen pastor se ocupó en dejar esta palabra después de su partida con el Señor. (2Pe.1:12-15, 2Pe. 3:1,2)

No es necesario que me extienda en la necesidad y obligación que tiene todo creyente de leer regularmente y estudiar atentamente su Biblia. Lamentablemente el alimento, o la dieta espiritual, que muchos tienen solo se basa en los sermones dominicales. No me sorprende que haya tantos flacos y débiles.

La advertencia que nos da el autor es seria, “…no sea que nos deslicemos” El termino que usa en griego es como el anillo que se desliza del dedo sin darse cuenta. O también el de una nave que con las corrientes marina va deslizándose de su rumbo.

Deslizarse puede ser tan sutil que no nos demos cuenta al principio. Uno no tiene que estar en “desobediencia a la verdad” como los Gálatas (Ga. 3:1ss.) para ir perdiendo el rumbo poco a poco. Por ello es importante estar ocupados y atendiendo a “…la palabra profética más segura…como una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día aclarezca…” (2Pe. 1:19)

El apóstol Judas exhorta a sus oyentes a retener la palabra dada por los apóstoles en vista de los falsos profetas que se levantarán. El remedio que propone es; “…Pero vosotros amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe…” Jud. 1:17-20.

 

 

Una salvación tan grande

Está claro que la palabra del Antiguo Pacto trajo consecuencias trágicas a aquellos que la transgredieron. Aquella fue una palabra mediada por ángeles. Esta es una palabra mediada por el Hijo mismo. Si la seriedad de la palabra se mide por la jerarquía del mediador, entonces la palabra que nosotros hemos recibido es infinitamente superior a la dicha por los ángeles. El apóstol Pablo hace también una comparación de ambos ministerios que sería importante comprar. 2Co. 3:1-18. Aquella fue una palabra en letra, esta, en Espíritu. Aquella un ministerio de muerte, esta, un ministerio del Espíritu vivificante. Aquella un ministerio de condenación, esta, un ministerio de justificación. Aquella tenía una gloria que perece, esta una gloria que permanece. Aquello había de ser abolido, esto permanece para siempre. Aquella era palabra de promesa, esta es palabra de cumplimiento. Aquella era sombra, esta es realidad. Y así podríamos continuar con la comparación del ministerio de Hijo en comparación con el ministerio de los ángeles y profetas, pero esto lo seguiremos viendo en los capítulos que continuan.

 

 

Lo importante es llegar a la conclusión del autor, esto es; “¿Cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Podemos decir que es el pecado de negligencia, o dicho de otra manera, el pecado de hacer nada. Es el pecado de enterrar el talento que el Señor nos ha dado.

El apóstol Pablo exhorta a los Filipenses diciendo; “…ocupaos en vuestra salvación con temor y 

temblor”  (Fil. 2:12) siendo él mismo un ejemplo (Fil. 3:12-14). “No que lo haya alcanzado ya, ni

que  ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también

asido  por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una

cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”

 

El haber recibido una salvación tan grande y costosa, y tenerla en tal baja estima que no ahondamos en ella es un desprecio al Dador. Lamentablemente muchos cristianos se han conformado a una serie de “ritos o ceremonias” en los que se sienten seguros y difícilmente se dejan desafiar por algo más en el Espíritu. Esto es practicar una religión. Quizás esto era uno de los problemas que esta epístola quiere atajar con sus oyentes. Ellos estaban pensando volver a la “seguridad” de la vieja religión en lugar de moverse en fe a lo que Dios quería llevarles.

 

Una salvación confirmada por Dios.

Esta salvación fue primeramente anunciada por nuestro Señor durante sus tres años de ministerio y finalmente ganada con su muerte y exaltación. Dios confirmó el ministerio de Jesucristo con milagros y sanidades que fueron señales de que Dios estaba con él. (Hch. 2:22) Después de Pentecostés los apóstoles fueron llenos del Espíritu y ellos también continuaron haciendo señales como confirmación del mensaje del evangelio. (Hch. 2:43; 4:30; 5:12; 6:8; 8:6; 14:3; 15:12)

Es mi entender que los milagros y señales primordialmente son el acompañamiento y la confirmación divina al mensaje del evangelio. Para la iglesia establecida el Señor ha concedido los dones y manifestaciones del Espíritu según primera de Corintios 12 y Romanos 12.

 

Es la iglesia militante y pionera que por regla general verá más milagros y señales. Las grandes victorias se alcanzan en la línea de batalla. No con esto desestimo la retaguardia, porque todo tiene su lugar e importancia en el cuerpo.

Por regla general en las Escrituras y en la historia vemos dos movimientos extraordinarios de Dios. El primero es cuando Dios está haciendo algo nuevo y el segundo es cuando Dios está restaurando algo viejo. Esto segundo es lo que conocemos como avivamientos.

 

Y el autor termina diciendo que todo esto, los milagros, señales, prodigios y repartimientos del Espíritu es “…según su voluntad” Dios es soberano, el es supremo, no el hombre o los ángeles. Nuestra parte es conocer los tiempos que él nos ha concedido y serles fieles.

 

SI OYERES HOY SU VOZ.

Quizás hoy podríamos evaluar nuestra diligencia con respecto a la salvación que hemos recibido.

 

Esto no es para correr ahora en tus propias fuerzas y proponerte leer y estudiar más. Esto es para hacer la oración de la Sulamita; “Atráeme; y en pos de ti correremos”

 

Dios ha puesto dentro de nosotros amor a Él por el Espíritu que nos ha derramado. Hay un deseo y atracción hacia Él por el Espíritu de su Hijo que clama dentro de nosotros; “Abba Padre” Deja que sea ese amor y deseo en ti que despierten y te lleven a atender con más diligencia a la palabra que has recibido, a tu estudio y comunión. Amen

 

 

 

 

   

 

 

 

 

 

 

 

  

 

 

 

martes, 1 de julio de 2014


Heb. 1:13

 

Venimos ante la última de las seis citas que el autor usa del AT con respecto al Hijo. Esta cita se encuentra en el salmo 110. Este salmo es el más citado en todo el Nuevo testamento. Veintidós veces en total de las cuales cinco las encontramos en el libro de Hebreos.

Jesús mismo usó este salmo disputando con los Fariseos (Mat. 22:41-46) demostrándoles que el Mesías no podía ser solo de descendencia humana, sino también divina.

La otra ocasión donde el Señor alude a este salmo es precisamente en su juicio delante del sumo sacerdote Caifás. Este, poniendo a Jesús bajo juramento le pregunto si era él el Cristo. Jesús le respondió afirmativamente y puso dos citas bíblicas juntas. El salmo 110:1 y Dan. 7:13,14. Esto fue la razón final que le condenaron a muerte, por blasfemia.  

Pedro, inspirado por el Espíritu Santo, usa este salmo en el primer sermón de la Iglesia, demostrando la resurrección de Jesús de Nazaret y su exaltación al trono de la Majestad.

 

La exaltación del Hijo

El argumento del autor es que Dios nunca jamás ha dicho a ningún ángel que se siente a su diestra, pero las Escrituras nos dan testimonia que el Hijo si ha recibido esta exaltación.  

 

Creo que sería bueno aprovechar esta ocasión para hacer un corto estudio del significado y la importancia de la exaltación de Cristo.

 

Es importantísimo que dejemos claro que esta exaltación no se está refiriendo al Hijo eterno de Dios, la segunda persona de la trinidad. Sino que se está refiriendo a Cristo, a Jesús de Nazaret, como muy bien lo pone Pedro en su sermón de pentecostés; “…A este Jesús resucitó Dios, …así que exaltado por la diestra de Dios…” Hech 2:32,33. Fijarse que Pedro está usando en nombre humano de Cristo, “Jesús”

 

La exaltación de Cristo tiene cuatro aspectos importantes que vamos a mirar por separado.

 

La resurrección.

La resurrección es el principio de la exaltación de Cristo. La resurrección de Cristo no fue como la de Lázaro que simplemente “revivió” La resurrección de Jesucristo inaugura un nuevo orden de creación totalmente diferente al orden presente. Jesús seguía teniendo un cuerpo físico (Luc. 24:39) pero el cuerpo de resurrección no está ya más sujeto a enfermedad, debilidad, cansancio, es un cuerpo de poder, incorrupto y glorioso. 1Co. 15: 42-44.  Así seremos nosotros en nuestra resurrección, ya que Él es el primer fruto de una gran cosecha.

 

La resurrección demostró la satisfacción del Padre con respecto a la obra de redención de Cristo (Isa. 53:11; Fil. 2:8,9)  Nosotros hemos sido incluidos en su resurrección y aceptados en Él. Pablo nos habla del poder de su resurrección con respecto a nuestra lucha contra el pecado presente. (Ro. 6: 9-14) Por ello su gran deseo era conocer o experimentar el poder de su resurrección. Ef. 1:17-20; Fil 3:10.

 

Con la resurrección Cristo entra en una nueva relación como Hijo y en esta nueva relación están incluidos todos aquellos que han creído.

 

La Ascensión

Cuarenta días después de su resurrección Cristo ascendió a los cielos en forma corporal (Hch. 1:3,9; Luc. 24:51) y en esta forma corporal continúa en los cielos y recibe toda la alabanza en los cielos. Fil 2:9-11; Ap. 5:9-14. Heb. 1:3-4. El es el Dios-Hombre, el Hombre representativo que está en nuestro lugar delante de Dios el Juez. Es en esta calidad que ejerce su ministerio presente como Sumo sacerdote e intercesor. Heb. 9:24; 7:25; Ro. 8:34.

 

Entronizamiento.

El siguiente paso de la Exaltación de Cristo fue sentarse a la diestra del Padre. (Hech. 2:33; Ef. 1:20-22; Heb. 1:3) Esto muestra el lugar de autoridad y poder que ha recibido como hombre para reinar sobre todo el universo. Nosotros los cristianos compartimos este aspecto de su autoridad (Ef. 2:6) en cuanto a la autoridad espiritual sobre las fuerzas del diablo. (Ef. 6:10-19; 2Co. 10:3-4)

Cristo reinará hasta que todos sus enemigos hayan sido destruidos y entonces entregará el reino a su Padre. 1Co. 15:20-28.

 

Otro aspecto de suma importancia es que el derramamiento del Espíritu Santo sobre su iglesia es consecuencia directa de Su exaltación a la diestra del Padre. Hch. 2:33

 

Regreso en Gloria.

Cristo no solo es exaltado en los cielos sino que será exaltado en la tierra y delante de sus enemigos y los que le rechazaron. Él vendrá para restaurar todas las cosas y así presentar al Padre la reconquista de la tierra como paraíso donde mora la justicia y la paz. Terminará con las consecuencias del pecado y se sentará como juez de vivos y muertos. El reino será establecido y reinará para siempre.  Ap. 1:7; 2Tes. 1:7-8; Ap. 19:11-21; Mat.25:31-46; Ap. 22:3-5,12; Ap.11:15.

 

Creo de suma importancia recalcar que todo lo que hemos visto perteneciente a la Exaltación de Cristo tiene que ver primordialmente con su encarnación. Antes de su encarnación, en la eternidad, él tenía toda la gloria, poder, dominio, y alabanza. Pero como dice claramente el Espíritu Santo Él se despojó a sí mismo tomando forma de siervo,…por lo cual Dios también le exalto hasta lo sumo…”Fil. 2:5-11.

Esto tuvo que ser así por varias razones, entre ellas es porque por un hombre entro la muerte y era necesario que por otro hombre entrara la vida y la inmortalidad. Por un hombre entro la deshonra y por otro hombre tenía que entrar la honra, etc. Y todo esto no para él mismo, sino para todos los que hemos creído en Él y hemos sido incorporados en Él por Dios.

 

Es menester que Él reine.

Para terminar me gustaría que meditáramos un poco la frase; “…hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” Otras citas bíblicas que mencionan este paisaje son: Hch. 2:34-36; 1Co. 15:25,26; Heb. 10:13.

Pablo en primera de Corintios lo dice así; “…Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a sus enemigos por estrado de sus pies.”  

Hay algunas preguntas que le podemos hacer al texto, como por ejemplo. ¿De que manera está reinando Cristo ahora? ¿De qué enemigos habla el texto? ¿Cuándo serán puestos sus enemigos por estrado de sus pies?

 

En mi opinión personal el reinado de Cristo comenzó el día de Pentecostés cuando derramó el Espíritu Santo sobre su cuerpo, la Iglesia. Él no fue exaltado sin nosotros porque Cristo no es sin nosotros. (Heb.2:11-13) El derramamiento del Espíritu Santo marca el día de su coronación, y el día en que se presenta por nosotros ante el Padre. Esa unción es la unción única del “real sacerdocio”

1Pe. 2:9; Ap. 5:10.

Él está reinando y sujetando toda fuerza del enemigo con el propósito de que su Iglesia pueda hacer la labor de anunciar el evangelio en la tierra. Mat. 28:18; Ef. 1:21ss; 3:10; 6:12ss; Col 4:3; 2Te. 3:1ss.

Cuando los discípulos le preguntaron al Señor sobre la restauración del reino a Israel, él les contestó, por así decirlo, con que la labor de ellos era esperar al Espíritu Santo y así extender su reino por medio de la predicación del evangelio.  Así que el reinado de Cristo ahora en función de la predicación del Evangelio y la edificación de la Iglesia.

 

¿Quién son esos enemigos? El primer enemigo que debemos considerar es nosotros mismos. Claramente la Escritura nos califica como enemigos de Dios antes de haber creído en Cristo. Ro. 5:10; Col. 1:21. Enemigo de Dios es todo aquel que se opone a su Reino y por medio de la carne es aliado del príncipe de este mundo. Cada persona que se convierte pasa de ser enemigo a hijo después de haber reconocido a Cristo como Señor confesándole con la lengua y doblando la rodilla. Fi. 2:10,11.

 

Por supuesto que Satanás y sus huestes son enemigos de Cristo y todos los reinos que se han aliado con este príncipe para levantar un reino que se opone a Sión. Este reino está representado por Babilonia la gran ramera. Ap. 17 y 18. El verdadero cristiano siempre está en antagonismo y lucha contra el sistema de este mundo. El Señor nos advirtió que en el mundo tendremos aflicción y Juan nos advierte que no amamos al mundo. 1Jn. 2:15ss.

 

Por último es enemigo de Cristo todo aquello que ha causado dolor y lagrimas a su pueblo. Pablo mismo nos dice en 1Co. 15 que la muerte será el último enemigo. Pero si miramos al final de Apocalipsis la lista es más larga. Ap. 21:4,8,.

 

Cristo está ahora en el trono esperando a que el número de los redimidos sea completado y entonces vendrá el que es digno de abrir el libro y desatar los sellos del juicio divino sobre sus enemigos. El que se llama “fiel y verdadero” el Verbo de Dios, el que tiene escrito en su muslo:”Rey de reyes y Señor de señores, vendrá y vengará la sangre de sus profetas. (Ap. 19:11-21). Amen

 

 

Creo que es importante que tengamos este concepto de Reino, que sepamos que hemos sido tomados por Dios para ser parte de sus propósitos o por decirlo de otra manera, ser parte de la historia de su Cristo. Hemos sido incluidos en esa nube de testigos que buscaban una patria celestial, la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Esta visión nos ayudará más que si tan solo tenemos una visión personal,  inmediata y auto céntrica.

 

SI OYERES HOY SU VOZ

Hoy le llamamos Señor porque después de su humillación fue exaltado hasta lo sumo.

 

Hoy declaramos que Él es digno de nuestra obediencia y sumisión.

 

Reconocemos que el Espíritu que nos ha enviado es el Señor y a él estamos sujetos.

 

Su Espíritu es nuestra luz que nos guía a su Señorío.

 

El reina a través de cada palabra y acción de nuestra obediencia.