MI CAMINO

miércoles, 20 de mayo de 2015


Hechos  1, 4-8

 

INTRODUCCIÓN.

En el estudio anterior concluimos que como Comunidad del Rey tenemos la responsabilidad de: Vivir la vida del Reino. Orar la venida del Reino.  Anunciar la salvación del Reino. Implementar la autoridad del Reino.

En nuestra meditación de hoy continuamos con las instrucciones que Jesús les dio a sus discípulos antes de su ascensión y comenzar su ministerio sacerdotal.

 

Como hemos visto en estos versículos la tarea encomendada a estos discípulos, “…hombres sin letras” Hch. 4:13, era una tarea  monumental. El ministerio de Jesús se había reducido a poco más de 100Km en la tierra prometida, pero ellos tenían que llegar “hasta lo último de la tierra.” Tenían que ir a los gentiles paganos y al centro de la cultura grecorromana.

¿Qué recursos, estrategias o habilidades tenían para tal colosal  obra?

 

ESPERAR,  RECIBIR y SER

Básicamente tres verbos vemos en las instrucciones que Jesús les da a sus discípulos. Sabemos que un verbo indica  acción o movimiento.   Sin embargo estos tres verbos no señalan mucha de actividad de parte de los discípulos. Ellos habían estado tres años en el mejor de los seminarios. Habían visto y oído al Maestro, pero aún así no estaban preparados para el ministerio de la extensión del Reino. 

Los discípulos necesitaban algo más que enseñanza, estrategias o fórmulas. Ellos necesitaban una Persona, el Espíritu Santo.

 Lamentablemente mucho de los que se predica y enseña hoy en día son formulas. Formulas para tener éxito, formulas para auto realizarse, formulas para ser más feliz y tener más dinero. Para plantar y crecer iglesias Pero Jesucristo no murió en la cruz para darnos fórmulas o estrategias. Ni siquiera leyes o instrucciones. Él murió y resucitó para que pudiéramos recibir la Promesa del Padre.

 

Para que entendamos bien y no tratemos de imitar a la iglesia primitiva, el Espíritu Santo ha sido meticuloso en mostrarnos los “métodos” que emplearon. Tres mil personas se convierten después de oír hablar en lenguas a los 120. Cinco mil son añadidos a la iglesia después de la curación de un cojo. Un funcionario de la reina etíope se convierte después que Felipe es impulsado al desierto.

 

Como podemos ver claramente no son estrategias ni métodos, sino la dinámica del Espíritu en medio de la Iglesia. No es algo estudiado y artificial, sino algo vivo y orgánico.

Dios dijo a Moisés; “…he descendido para librarlos (Israel) de la mano de los egipcios” Ex. 3:8. Cuando Dios quiso salvar al mundo, Juan nos dice, “…Y aquel verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros.” Jn. 1:14. Cuando Cristo quiso edificar su iglesia les prometió La Promesa del Padre. (Ver también Jun. 14-16).

Dios no es solo un dios de lejos, sino también de cerca. Los cielos no pueden contenerle y sin embargo mora con el contrito y humillado.

 

LA PROMESA DEL PADRE.

Cuando Dios llamó a Abraham para levantar la Simiente por la cual vendría la salvación al mundo, le dijo; “…y serán benditas en ti todas las familias de la tierra...” Gen. 12:3. A lo largo del AT vemos como algunas personas específicas eran ungidas, investidas del Espíritu Santo para tareas específicas. Pero los profetas anunciaron que un día el Espíritu Santo vendría sobre todo carne. (Jol. 2:28-32; Isa. 44:2; 32:15). No solamente esto, sino que los gentiles también han sido hecho participes de esta promesa del Espíritu. (Ga. 3:14; Ef. 1:13).

No es mi intención en esta corta meditación desarrollar toda la doctrina del Espíritu Santo, sino solo ceñirme al texto que estamos mirando.

 

El Señor les advirtió que era necesario recibir el Espíritu Santo para que pudieran ser testigos de Él. Esto es para anunciar el Reino de Dios a todas las naciones. El Espíritu Santo es el poder de Dios para Vivir la vida del Reino. Orar la venida del Reino.  Anunciar la salvación del Reino. Implementar la autoridad del Reino.

Sin el Espíritu Santo no hay absolutamente posibilidad de hacer algo en la Iglesia de Cristo. Lucas nos va a demostrar esto claramente y sin lugar a dudas.

 

Debemos tener mucho cuidado de no pensar que la Unción es una cosa, o un poder o habilidad. La Unción es una Persona. La unción es Dios en el Espíritu.

Hoy en día se habla de la Unción tan despectivamente y con tal falta de reverencia y respeto que asusta. No hace mucho escuchaba a un Tele-evangelista jactándose de que él tenía “la unción de las finanzas” por lo que si le dabas dinero, Dios ti iba a bendecir con más dinero.  Otro decía que el tenía “la unción del juicio” por lo que decretaba juicio sobre los que la habían criticado.

 

La Promesa del Padre no es una experiencia mística. No es un grado más de espiritualidad.  

Dios no nos ha dado su Espíritu para que seamos más felices o que todo nos vaya bien en la vida. Primordialmente, y sobre todo, en el contexto que estamos mirando, el Espíritu es para ser testigos fieles de Cristo porque es el Espíritu de Cristo.

Todos sabemos que la palabra “testigo” que Jesús mencionó a sus discípulos, en griego es “martoos” de donde sacamos la palabra “mártir” Y de hecho no hemos pasado más de dos páginas en el libro de Hecho que podemos ver como la Unción y la persecución casi son sinónimos.

 

CONCLUSIÓN

Lucas nos dice que el Señor se apareció a sus discípulos durante 40 días hablándoles acerca del Reino de Dios. Me imagino que en ese precioso tiempo el Señor les habló de muchas cosas. Pero el Espíritu Santo inspiró a Lucas para que nos transmitiera  lo más importante de aquellas conversaciones o instrucciones. Me atrevo a decir que lo que hemos considerado es lo imprescindible. Sin el Espíritu Santo no hay Iglesia ni Reino de Dios en la tierra, ni vida, ni salvación.

En Lev. 2:13 El Señor instruye a su pueblo que toda ofrenda ha de ser hecha con sal y que nunca faltara la sal en sus ofrendas. La sal es símbolo del Espíritu Santo. Todo servicio que hacemos ha de ser en el Espíritu, como el Señor dijo que han de adorar los verdaderos adoradores.

 

Hoy exhorto a que seamos una iglesia que siempre busca y espera la llenura del Espíritu Santo para que todo lo que hagamos sea en el poder del Espíritu con el fin de que sea un servicio agradable a nuestro Dios.

Es de suma importancia que entendamos la simbología de los tres verbos que mencione al principio: Esperar significa tener una actitud de humildad y dependencia en el Señor, reconociendo delate de Él que no somos suficientes para tan gran tarea.

Recibir es reconocer que todo lo que tenemos o hacemos es por su gracia y misericordia y recibimos de un Dios de amor.

Ser es el fundamento de nuestro testimonio, porque el mensaje del Evangelio no son consejos que damos, sino es vida, vida que está operando y funcionando en nosotros.  

 

 

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