Hechos 1, 4-8
INTRODUCCIÓN.
En el estudio anterior concluimos que como
Comunidad del Rey tenemos la responsabilidad de: Vivir la vida del Reino. Orar
la venida del Reino. Anunciar la salvación
del Reino. Implementar la autoridad del Reino.
En nuestra meditación de hoy continuamos con
las instrucciones que Jesús les dio a sus discípulos antes de su ascensión y
comenzar su ministerio sacerdotal.
Como hemos visto en estos versículos la tarea
encomendada a estos discípulos, “…hombres sin letras” Hch. 4:13, era una tarea monumental. El ministerio de Jesús se había
reducido a poco más de 100Km en la tierra prometida, pero ellos tenían que
llegar “hasta lo último de la tierra.” Tenían que ir a los gentiles paganos y
al centro de la cultura grecorromana.
¿Qué recursos, estrategias o habilidades
tenían para tal colosal obra?
ESPERAR, RECIBIR y SER
Básicamente tres verbos vemos en las
instrucciones que Jesús les da a sus discípulos. Sabemos que un verbo indica acción o movimiento. Sin
embargo estos tres verbos no señalan mucha de actividad de parte de los
discípulos. Ellos habían estado tres años en el mejor de los seminarios. Habían
visto y oído al Maestro, pero aún así no estaban preparados para el ministerio
de la extensión del Reino.
Los discípulos necesitaban algo más que
enseñanza, estrategias o fórmulas. Ellos necesitaban una Persona, el Espíritu
Santo.
Lamentablemente mucho de los que se predica y
enseña hoy en día son formulas. Formulas para tener éxito, formulas para auto
realizarse, formulas para ser más feliz y tener más dinero. Para plantar y
crecer iglesias Pero Jesucristo no murió en la cruz para darnos fórmulas o
estrategias. Ni siquiera leyes o instrucciones. Él murió y resucitó para que
pudiéramos recibir la Promesa del Padre.
Para que entendamos bien y no tratemos de
imitar a la iglesia primitiva, el Espíritu Santo ha sido meticuloso en mostrarnos
los “métodos” que emplearon. Tres mil personas se convierten después de oír
hablar en lenguas a los 120. Cinco mil son añadidos a la iglesia después de la
curación de un cojo. Un funcionario de la reina etíope se convierte después que
Felipe es impulsado al desierto.
Como podemos ver claramente no son
estrategias ni métodos, sino la dinámica del Espíritu en medio de la Iglesia.
No es algo estudiado y artificial, sino algo vivo y orgánico.
Dios dijo a Moisés; “…he descendido para
librarlos (Israel) de la mano de los egipcios” Ex. 3:8. Cuando Dios quiso salvar al mundo, Juan nos dice, “…Y
aquel verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros.” Jn. 1:14. Cuando Cristo quiso edificar su iglesia les prometió
La Promesa del Padre. (Ver también Jun. 14-16).
Dios no es solo un dios de lejos, sino
también de cerca. Los cielos no pueden contenerle y sin embargo mora con el
contrito y humillado.
LA PROMESA DEL
PADRE.
Cuando Dios llamó a Abraham para levantar la
Simiente por la cual vendría la salvación al mundo, le dijo; “…y serán benditas
en ti todas las familias de la tierra...” Gen.
12:3. A lo largo del AT vemos como algunas personas específicas eran
ungidas, investidas del Espíritu Santo para tareas específicas. Pero los
profetas anunciaron que un día el Espíritu Santo vendría sobre todo carne. (Jol. 2:28-32; Isa. 44:2; 32:15). No
solamente esto, sino que los gentiles también han sido hecho participes de esta
promesa del Espíritu. (Ga. 3:14; Ef.
1:13).
No es mi intención en esta corta meditación
desarrollar toda la doctrina del Espíritu Santo, sino solo ceñirme al texto que
estamos mirando.
El Señor les advirtió que era necesario
recibir el Espíritu Santo para que pudieran ser testigos de Él. Esto es para
anunciar el Reino de Dios a todas las naciones. El Espíritu Santo es el poder
de Dios para Vivir la vida del Reino. Orar la venida del Reino. Anunciar la salvación del Reino. Implementar
la autoridad del Reino.
Sin el Espíritu Santo no hay absolutamente
posibilidad de hacer algo en la Iglesia de Cristo. Lucas nos va a demostrar
esto claramente y sin lugar a dudas.
Debemos tener mucho cuidado de no pensar que
la Unción es una cosa, o un poder o habilidad. La Unción es una Persona. La
unción es Dios en el Espíritu.
Hoy en día se habla de la Unción tan
despectivamente y con tal falta de reverencia y respeto que asusta. No hace
mucho escuchaba a un Tele-evangelista jactándose de que él tenía “la unción de
las finanzas” por lo que si le dabas dinero, Dios ti iba a bendecir con más
dinero. Otro decía que el tenía “la
unción del juicio” por lo que decretaba juicio sobre los que la habían
criticado.
La Promesa del Padre no es una experiencia
mística. No es un grado más de espiritualidad.
Dios no nos ha dado su Espíritu para que
seamos más felices o que todo nos vaya bien en la vida. Primordialmente, y
sobre todo, en el contexto que estamos mirando, el Espíritu es para ser
testigos fieles de Cristo porque es el Espíritu de Cristo.
Todos sabemos que la palabra “testigo” que
Jesús mencionó a sus discípulos, en griego es “martoos” de donde sacamos la
palabra “mártir” Y de hecho no hemos pasado más de dos páginas en el libro de
Hecho que podemos ver como la Unción y la persecución casi son sinónimos.
CONCLUSIÓN
Lucas nos dice que el Señor se apareció a sus
discípulos durante 40 días hablándoles acerca del Reino de Dios. Me imagino que
en ese precioso tiempo el Señor les habló de muchas cosas. Pero el Espíritu
Santo inspiró a Lucas para que nos transmitiera
lo más importante de aquellas conversaciones o instrucciones. Me atrevo
a decir que lo que hemos considerado es lo imprescindible. Sin el Espíritu
Santo no hay Iglesia ni Reino de Dios en la tierra, ni vida, ni salvación.
En Lev.
2:13 El Señor instruye a su pueblo que toda ofrenda ha de ser hecha con sal
y que nunca faltara la sal en sus ofrendas. La sal es símbolo del Espíritu
Santo. Todo servicio que hacemos ha de ser en el Espíritu, como el Señor dijo
que han de adorar los verdaderos adoradores.
Hoy exhorto a que seamos una iglesia que
siempre busca y espera la llenura del Espíritu Santo para que todo lo que
hagamos sea en el poder del Espíritu con el fin de que sea un servicio
agradable a nuestro Dios.
Es de suma importancia que entendamos la
simbología de los tres verbos que mencione al principio: Esperar significa tener una actitud de humildad y
dependencia en el Señor, reconociendo delate de Él que no somos suficientes
para tan gran tarea.
Recibir es reconocer que todo lo que
tenemos o hacemos es por su gracia y misericordia y recibimos de un Dios de
amor.
Ser es el fundamento de nuestro testimonio,
porque el mensaje del Evangelio no son consejos que damos, sino es vida, vida
que está operando y funcionando en nosotros.
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