Hebreos 3,7
Después
de haber mirado brevemente el significado del Reposo de Dios en el AT volvemos
ahora a nuestro texto de Hebreos. Desde el cap. 3:7 hasta el 4:13 es todo una
exhortación a la fidelidad que el creyente ha de tener si ha de entrar en el
Reposo de Dios.
“Somos
casa, dice el autor, si retenemos hasta el fin la confianza y el gloriarnos en
la esperanza”
Esto lleva al autor
al considerar la generación que no alcanzó la promesa de Dios poniéndola como
ejemplo a nosotros que aún oímos la voz de Dios y aún tenemos que llegar a
nuestro Reposo Eterno.
Este símil entre
el éxodo de Israel y la iglesia lo vemos en todo el Nuevo Testamento. Pablo
mismo lo usa para exhortar a los Corintios. 1Co. 10:1-12 a que corran la carrera de tal manera que obtengan el
premio. La congregación del Nuevo Pacto experimenta en Cristo la realidad de
todo lo que la congregación del desierto experimentó en sombra. Cristo es
nuestro Cordero Pascual. En Cristo hemos sido bautizados, simbolizado por el
mar Rojo. De Cristo comemos y bebemos, simbolizado por el maná y la Roca. De
Cristo somos hechos participantes, simbolizado por la Tierra prometida.
El verso 7
conecta el verso 6 con el 12 dejando la cita del Salmo 95 como un paréntesis.
Podemos leerlo así; (v.6) “ …la cual casa somos nosotros, si retenemos firme
hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza…(v.7) …por lo cual,
…((v12) …Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de
incredulidad para apartarse del Dios vivo”
SALMO 95
El autor cita la
segunda parte del salmo 95. Este salmo se cantaba en el servicio del Templo en
el preparativo del Shabat. El salmo está dividido en dos partes. La primera
parte, (1-7) es una invitación a la alabanza y a considerar la grandeza de Dios
como creador del universo y como creador y cuidador de su pueblo. El que rehúsa
esta invitación de alabanza es comparado al la generación del desierto que
tentaron y probaron a Dios y que por lo tanto no entraron en la Promesa.
La segunda parte
del salmo (7-11) es la que nuestro autor toma para exhortar a sus oyentes. Él
introduce el Salmo diciendo; “…como dice el Espíritu Santo” trayendo así el oráculo
de Dios al tiempo presente.
Lo que nos
interesa en este salmo es ver aquellas características de la generación que no
entraron para que nos sirva a nosotros de ejemplo.
Tentación y contienda.
El pasaje que el salmista está citando es Dt. 17, el incidente de la
roca. En aquella ocasión dos cosas nos llaman la atención. La primera es la
pregunta que el pueblo hace a Moisés y por tanto a Dios ¿por qué nos has sacado
de Egipto? Y la segunda pregunta es ¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no? Mucho podemos
decir sobre esta actitud del pueblo, pero básicamente vemos que es un pueblo
que no tenía ninguna visión ni entendimiento espiritual y para ellos lo más
importante era satisfacer sus necesidades físicas inmediatas.
El Señor Jesús respondió a estas dos tentaciones diciendo; “No solo de
pan vivirá el Hombre.” Y “No tentarás al Señor tu Dios”
Mucho del evangelio que se predica hoy en día va enfocado a satisfacer
la necesidad del individuo y está produciendo un cristianismo hedonista que solo reconoce a Dios en medio de él, si
son bendecidos o prosperados.
Israel llevó esta
condición del corazón hasta Kadesh-barnea, las mismas puertas de la promesa,
pero por esa falta de visión espiritual y sensualidad, ni vieron ni entraron en
la promesa.
Otra ocasión donde Israel tentó a Dios es cuando cansados de maná le
pidieron carne (Núm. 11). Dios, como
dice más tarde el salmista, (Sal.
106:14,15) “…les dio lo que pidieron
pero envió a sus almas debilidad” (RVA). La disciplina y preparación que
Dios estaba dando a su pueblo con el fin de prepararlos para entrar en la
Promesa (Det. 8:2,3), no estaba dando
el resultado esperado por la condición de sus corazones. Como podemos ver, no
toda oración contestada es una bendición o es el propósito divino. Como padres
sabemos que no todo lo que concedemos a nuestros hijos es nuestra perfecta
voluntad, porque los caprichos no producen carácter.
Una de las lecciones que continuamente vemos al Señor enseñando a sus
discípulos es a tener visión celestial. Siempre trataba, Jesús, de que sus
discípulos levantaran los ojos a los cielos. Siempre tratando de darles el
punto de vista celestial. Siempre enseñándoles que lo principal son “los
negocios del Padre” Siempre enseñando que lo espiritual es eterno y lo terrenal
pasajero.
El cristiano que vive en el reposo de Dios es aquel que tiene visión
celestial no mirando a las cosas que se ven, como también dice Pablo, sino las
que no se ven. (2Co.4:18).
Diez veces, dice Dios, que aquella generación le tentó en el desierto
(Núm. 14:20-23), lo que le llevó a
jurar que no entrarían en la tierra prometida.
Dios mismo diagnostica la condición de sus corazones diciendo; “…siempre andan vagando en su corazón, y no
han conocido mis caminos”
Creo que es importante que atendamos a este diagnostico divino para no
caer en semejante error.
Una mirada rápida en la concordancia tomando el libro de los salmos (Sal.18:21,32; 27:11; 32:8; 37:5; 50:23;
84:5; 103:7; 119:5) nos dará la idea de que andar en los caminos de Dios es
andar en obediencia, en justicia y según sus mandamientos. Sabemos también que
vagar es deambular, andar sin rumbo fijo, sin propósito y meta final. Por lo
tanto el problema del pueblo era desobediencia y resistencia a la voluntad de
Dios por falta de visión y entendimiento espiritual. Esteban lo pone muy bien
en su discurso ante el concilio; (Hch.
7:39,51) “…al cual nuestros padres no
quisieron obedecer, sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a
Egipto”…”¡duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros
resistís siempre al Espíritu Santo como vuestros padres”
El castigo de Dios sobre aquella generación no solo fue el no entrar y
poseer la promesa y propósito de Dios. El salmista nos dice así; “…Por tanto, consumió sus días en vanidad. Y
sus años en tribulación” (Sal. 78:33)
Esto es una definición bastante triste del cristiano que no ha sabido vivir en
el Reposo de Dios. Posiblemente en la gracia de Dios alcance su salvación, pero
en resumen su vida espiritual en la tierra puede haber sido vacía. El apóstol
exhorta a los Efesios diciéndoles; “…Mirad
pues con diligencia, cómo andáis, no como necios, sino como sabios,
aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos,
sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. (Ef. 5:15-17).
El propósito que Dios tenía con aquel pueblo era darse a conocer a sí
mismo. Introducirles en una tierra donde se pudiera revelar y establecer el
Reino de Dios, esto es su gobierno, su justicia y amor. Hacer de ellos una
nación de reyes y sacerdotes para que fueran luz a todas las naciones y así
extender su reino en toda la tierra y dar a conocer a Dios.
Si nos fijamos bien el propósito de Dios no ha cambiado, pero ahora
bajo un Nuevo Pacto, un nuevo sacerdocio, un nuevo “Moisés”, y no bajo la Ley,
sino bajo el Espíritu.
Es por esto que nuestra visión como cristianos ha de ir más allá de la
satisfacción de nuestras necesidades personales. El Reino de Dios no tiene
tanto que ver con nosotros como con el Rey y su gloria.
Esta es la visión celestial a la que el autor irá llevando a sus
lectores a través de la epístola.
Esta exhortación ha llegado a nosotros porque aún se dice hoy. (Heb. 3:13)