MI CAMINO

sábado, 28 de febrero de 2015


Hebreos 3,7

Después de haber mirado brevemente el significado del Reposo de Dios en el AT volvemos ahora a nuestro texto de Hebreos. Desde el cap. 3:7 hasta el 4:13 es todo una exhortación a la fidelidad que el creyente ha de tener si ha de entrar en el Reposo de Dios.

“Somos casa, dice el autor, si retenemos hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”

Esto lleva al autor al considerar la generación que no alcanzó la promesa de Dios poniéndola como ejemplo a nosotros que aún oímos la voz de Dios y aún tenemos que llegar a nuestro Reposo Eterno.

 

Este símil entre el éxodo de Israel y la iglesia lo vemos en todo el Nuevo Testamento. Pablo mismo lo usa para exhortar a los Corintios. 1Co. 10:1-12 a que corran la carrera de tal manera que obtengan el premio. La congregación del Nuevo Pacto experimenta en Cristo la realidad de todo lo que la congregación del desierto experimentó en sombra. Cristo es nuestro Cordero Pascual. En Cristo hemos sido bautizados, simbolizado por el mar Rojo. De Cristo comemos y bebemos, simbolizado por el maná y la Roca. De Cristo somos hechos participantes, simbolizado por la Tierra prometida.

 

El verso 7 conecta el verso 6 con el 12 dejando la cita del Salmo 95 como un paréntesis. Podemos leerlo así; (v.6) “ …la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza…(v.7) …por lo cual, …((v12) …Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo”

 

SALMO 95

El autor cita la segunda parte del salmo 95. Este salmo se cantaba en el servicio del Templo en el preparativo del Shabat. El salmo está dividido en dos partes. La primera parte, (1-7) es una invitación a la alabanza y a considerar la grandeza de Dios como creador del universo y como creador y cuidador de su pueblo. El que rehúsa esta invitación de alabanza es comparado al la generación del desierto que tentaron y probaron a Dios y que por lo tanto no entraron en la Promesa.

La segunda parte del salmo (7-11) es la que nuestro autor toma para exhortar a sus oyentes. Él introduce el Salmo diciendo; “…como dice el Espíritu Santo” trayendo así el oráculo de Dios al tiempo presente.

 

Lo que nos interesa en este salmo es ver aquellas características de la generación que no entraron para que nos sirva a nosotros de ejemplo.

 

Tentación y contienda.

El pasaje que el salmista está citando es Dt. 17,  el incidente de la roca. En aquella ocasión dos cosas nos llaman la atención. La primera es la pregunta que el pueblo hace a Moisés y por tanto a Dios ¿por qué nos has sacado de Egipto? Y la segunda pregunta es ¿Está, pues,  Jehová entre nosotros, o no? Mucho podemos decir sobre esta actitud del pueblo, pero básicamente vemos que es un pueblo que no tenía ninguna visión ni entendimiento espiritual y para ellos lo más importante era satisfacer sus necesidades físicas inmediatas.

El Señor Jesús respondió a estas dos tentaciones diciendo; “No solo de pan vivirá el Hombre.” Y “No tentarás al Señor tu Dios”

Mucho del evangelio que se predica hoy en día va enfocado a satisfacer la necesidad del individuo y está produciendo un cristianismo hedonista  que solo reconoce a Dios en medio de él, si son bendecidos o prosperados.

Israel llevó esta condición del corazón hasta Kadesh-barnea, las mismas puertas de la promesa, pero por esa falta de visión espiritual y sensualidad, ni vieron ni entraron en la promesa.

 

Otra ocasión donde Israel tentó a Dios es cuando cansados de maná le pidieron carne (Núm. 11). Dios, como dice más tarde el salmista, (Sal. 106:14,15) “…les dio lo que pidieron pero envió a sus almas debilidad” (RVA). La disciplina y preparación que Dios estaba dando a su pueblo con el fin de prepararlos para entrar en la Promesa (Det. 8:2,3), no estaba dando el resultado esperado por la condición de sus corazones. Como podemos ver, no toda oración contestada es una bendición o es el propósito divino. Como padres sabemos que no todo lo que concedemos a nuestros hijos es nuestra perfecta voluntad, porque los caprichos no producen carácter.

 

Una de las lecciones que continuamente vemos al Señor enseñando a sus discípulos es a tener visión celestial. Siempre trataba, Jesús, de que sus discípulos levantaran los ojos a los cielos. Siempre tratando de darles el punto de vista celestial. Siempre enseñándoles que lo principal son “los negocios del Padre” Siempre enseñando que lo espiritual es eterno y lo terrenal pasajero.

El cristiano que vive en el reposo de Dios es aquel que tiene visión celestial no mirando a las cosas que se ven, como también dice Pablo, sino las que no se ven. (2Co.4:18).

 

 

Diez veces, dice Dios, que aquella generación le tentó en el desierto (Núm. 14:20-23), lo que le llevó a jurar que no entrarían en la tierra prometida.  Dios mismo diagnostica la condición de sus corazones diciendo; “…siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos

 

Creo que es importante que atendamos a este diagnostico divino para no caer en semejante error.

Una mirada rápida en la concordancia tomando el libro de los salmos (Sal.18:21,32; 27:11; 32:8; 37:5; 50:23; 84:5; 103:7; 119:5) nos dará la idea de que andar en los caminos de Dios es andar en obediencia, en justicia y según sus mandamientos. Sabemos también que vagar es deambular, andar sin rumbo fijo, sin propósito y meta final. Por lo tanto el problema del pueblo era desobediencia y resistencia a la voluntad de Dios por falta de visión y entendimiento espiritual. Esteban lo pone muy bien en su discurso ante el concilio; (Hch. 7:39,51) “…al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto”…”¡duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo como vuestros padres

 

El castigo de Dios sobre aquella generación no solo fue el no entrar y poseer la promesa y propósito de Dios. El salmista nos dice así; “…Por tanto, consumió sus días en vanidad. Y sus años en tribulación” (Sal. 78:33) Esto es una definición bastante triste del cristiano que no ha sabido vivir en el Reposo de Dios. Posiblemente en la gracia de Dios alcance su salvación, pero en resumen su vida espiritual en la tierra puede haber sido vacía. El apóstol exhorta a los Efesios diciéndoles; “…Mirad pues con diligencia, cómo andáis, no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. (Ef. 5:15-17).

 

El propósito que Dios tenía con aquel pueblo era darse a conocer a sí mismo. Introducirles en una tierra donde se pudiera revelar y establecer el Reino de Dios, esto es su gobierno, su justicia y amor. Hacer de ellos una nación de reyes y sacerdotes para que fueran luz a todas las naciones y así extender su reino en toda la tierra y dar a conocer a Dios.

Si nos fijamos bien el propósito de Dios no ha cambiado, pero ahora bajo un Nuevo Pacto, un nuevo sacerdocio, un nuevo “Moisés”, y no bajo la Ley, sino bajo el Espíritu.

Es por esto que nuestra visión como cristianos ha de ir más allá de la satisfacción de nuestras necesidades personales. El Reino de Dios no tiene tanto que ver con nosotros como con el Rey y su gloria.

Esta es la visión celestial a la que el autor irá llevando a sus lectores a través de la epístola.

 

Esta exhortación ha llegado a nosotros porque aún se dice hoy. (Heb. 3:13)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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