Heb. 1,a
“Yo seré a él
Padre, y él me será a mí Hijo.”
Hoy meditaremos
en el segundo texto que el autor cita del AT para mostrar la superioridad del
Hijo sobre los ángeles. Esta cita se encuentra en 2Sam.7:14; 1Cro. 17:13. El contexto es cuando David consulta a Dios
por medio del profeta Natán para edificar una casa donde Dios habite, esto es,
el templo. Dios le responde a David y en pacto le dice que no será él quien le edificará casa, sino que
uno de entre sus Hijos será quien le edifique casa, este será llamado hijo de
Dios y su trono será afirmado eternamente. Sabemos que fue Salomón quien
edificó el templo, pero esta profecía es una alusión clara a Jesucristo como
Hijo de Dios, quien es Verdadera Casa de Dios y quien edifica la verdadera casa
de Dios en la tierra.
Ciertamente
Cristo y su palabra es superior a la palabra mediada por los ángeles por cuanto
los ángeles son espíritus ministradores en la casa de Dios, pero Cristo es el
Hijo sobre su casa. En esta relación de Padre e Hijo es que el ministerio de
Cristo es superior al ministerio de los ángeles que operó en el AT.
Pero antes de
continuar quiero recordar a todos que la intención de estos estudios no son
para conocer mejor el libro de Hebreos, sino para conocer a Cristo. Estos primeros versículos hablan claramente
sobre la deidad de Cristo, pero esto tampoco es mi intención, demostrar que
Cristo es Dios. Si esto no fuera así es
estudio de Hebreos no tendría ningún sentido, y de hecho toda la Biblia sería
sin valor alguno. Repito, el propósito es conocer a Cristo con el fin de que el
Espíritu nos lo pueda revelar como
nuestro TODO.
Habiendo aclarado
esto podemos continuar. ¿Qué importancia espiritual tiene el texto que estamos
considerando? Y no solamente esto, sino ¿Qué importancia tiene la relación
Padre e Hijo en el contexto de edificar una casa para Dios? Y por último ¿De
qué manera puede ayudar a mi vida espiritual el tener una comprensión clara de
este ministerio de Cristo?
Es mucho lo que
se puede decir sobre este tema tan importante, pero trataré de resumirlo en una
corta lección lo suficiente para que tú continúes ampliando tu estudio bajo la
dirección del Espíritu Santo.
Dios creó al
hombre para tener comunión con él y para que en esa comunión gobernara la tierra. Sabemos que el pecado
“frustra el plan de Dios” por lo que el hombre pierde la comunión y fue
destituido de la gloria de Dios (Ro. 3:23)
y por lo tanto es expulsado del Edén,
símbolo de Templo, que es lugar de
comunión y manifestación de Dios.
Desde este
momento la Biblia es el relato de la recuperación del hombre por Dios para
comunión y gloria. Es la recuperación de un lugar donde Dios y el hombre puedan
encontrarse. Sabemos esto porque así es
como termina la Biblia.
“Y oí una voz del cielo que decía: He aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su
pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.” Ap. 21:3.
Poco a poco Dios
va revelando de una manera más clara su intención de recuperar al hombre y para
levantar tabernáculo de reunión, una casa o templo o cuerpo, como lo quieras
llamar según las diferentes revelaciones del mismo tema. Así Dios elige a un hombre, Abraham, del cual
procederá un pueblo apartado, esto es, santificado, para que Dios pueda habitar
en medio de ellos y estos a su vez sean luz a las naciones. Dt. 26:18,19; Isa.
49:6 (Hch. 13:47)
Dios saca a este
pueblo de Egipto y en el desierto le da la ley y el Tabernáculo y todo el
servicio de este. Todo esto con el fin de que Dios pueda morar en medio de
ellos, en el Arca de Su presencia, lugar de manifestación divina y oráculo de
Dios.
Pero Dios no se
conformaba con morar en el desierto, sino que buscaba un “lugar de reposo”
para Él y su pueblo. Num. 10:33 Finalmente por medio de su siervo David (tipo
de Cristo), ese lugar fue encontrado y conquistado, esto es, Jerusalén, y en concreto Sión. El Salmo 132 es un relato de este
acontecimiento. Sión es la capital del Reino porque en ella habita el gran Rey.
En Sión es donde Salomón
edifica el Templo y da descanso “permanente” al Arca. Dios confirma su agrado
haciendo bajar su Gloria. 2Cro. 6:41,42 y 7:1-3.
Hasta aquí todo
parece que está bien, parece ser que finalmente Dios ha encontrado el lugar
“permanente” de su reposo entre los hombres. Pero esto duraría muy poco tiempo,
dando Dios a entender que el Templo no era el verdadero lugar, sino una sombra
de algo que vendría más tarde. Así que 400 años después, en el año 587 AC, ese
templo queda totalmente destruido y el arca desaparece para no ser encontrada
más. Aunque el templo es edificado otra
vez, ya no es con la misma gloria. Todo esto para decirnos que aquella
Jerusalén, aquella Sion y aquel Templo no eran lo que Dios tenía en mente, sino
que era una palabra fragmentaria e incompleta que estaba hablando por medio de
sus profetas. La Palabra final aún tenía que venir por medio del Hijo.
Los profetas
reciben un poco más de revelación con respecto a este asunto y aunque el Templo
volverá a ser edificado ellos ven más lejos entendiendo que Dios es demasiado
grande y glorioso para habitar en un templo hecho de manos. Isa. 66:1ss (ver
también Isa. 56).
El Hijo; verdadero David, verdadero Salomón, verdadero
Templo, verdadero Reposo de Dios.
Finalmente viene
el tiempo del cumplimiento y el deseo del corazón de Dios es satisfecho en el
verdadero Templo. Jesús de Nazaret es el verdadero Templo. Su nombre es;
Emanuel, Dios con nosotros. Juan dice así; “…y el Verbo fue hecho carne, y
habitó entre nosotros y vimos su gloria…” Jn. 1:14. Una traducción literal sería; “…y el Verbo
fue hecho carne y tabernáculizó entre nosotros” Jesús era el verdadero
Tabernáculo donde residía la Gloria de Dios Como aquel Tabernáculo en el
Desierto. Más tarde Pablo dice; “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo
mismo al mundo” 2Co. 5:19.
La enseñanza
bíblica es que el Templo no era una estructura permanente, sino algo temporal
hasta que la realidad, la plenitud de la mente de Dios llegara, que es Cristo.
Por ello Jesús comienza a enseñar que la verdadera adoración a Dios ya no en el
Jerusalén, sino en espíritu y verdad. Estas palabras son muy radicales para
cualquier judío de su tiempo e incluso de hoy. Dios no está limitado a un lugar
geográfico ni a una estructura hecha por los hombres. Esto nunca fue su
intención, solo dio el diseño a Moisés y a David porque hablaba de la Realidad
que vendría. En el Nuevo Pacto el Templo está donde hay dos o tres reunidos en
Su nombre, porque allí está El, la Gloria de Dios, la presencia de Dios en
medio de ellos.
Unos días antes
de su partida Jesús dijo dos cosas con respecto al Templo. En Mat. 23:38 dice a
los escribas y fariseos; “…vuestra casa os es dejada desolada” Aquella casa ya
no era de Jehová, Dios iba a levantar por sí mismo otra casa. Así que según
Mat. 22:7 el Rey iba a enviar su ejército (los romanos) y quemaría su ciudad y
no quedaría piedra sobre piedra en aquel Templo. Mat. 24:2.
Jesús mismo se
revela a sus discípulos como verdadero Betel (Casa de Dios) Jn. 1:51. Con estas
palabras a Natanaél Jesús estaba diciendo; Yo soy la escalera entre el cielo y
la tierra, el lugar de encuentro entre Dios y los hombre, la Casa de Dios donde
Dios habla y donde Dios se revela. Yo soy la Casa de Dios donde la comunicación
de Dios con este mundo se encuentra, y solo en mí porque nadie viene al Padre,
sino por mí.
Pero la
revelación divina no queda ahí. Dios tabernaculizó en una persona, un cuerpo,
en Jesús de Nazaret. Después de su resurrección y glorificación, en la fiesta
de Pentecostés, la gloria de Dios desciende al tercer templo “no hecho de manos
de hombres “y aquellos 120 son llenos del Espíritu de Dios. Fuego del cielo cae
sobre ellos al igual que el Tabernáculo y el Templo de Salomón.
Aquellos hombres
y mujeres por el hecho glorioso y divino de haber sido “incorporados en Cristo”
son ahora Casa de Dios. Esto es lo que significa “estar en Cristo”. Si estamos
en la Casa de Dios es solo porque estamos en Cristo. Estar en Cristo es estar
en la Casa de Dios. Él es la Casa de Dios y hemos sido incorporados en Él.
En el Nuevo
Testamento la Casa de Dios es la Iglesia. La Iglesia no es otra cosa que
Cristo. En el pensamiento de Dios la Iglesia es solo Cristo y nada más. Pablo
dice que la Iglesia es; “…su cuerpo, la
plenitud de Aquel que todo lo llena en todos” Ef. 1:23.
El primer mártir
de la iglesia da su vida dando testimonio de esta gloriosa cuando dice “…el
Altísimo no habita en templos hechos de manos” y añade; “¡Duros de cerviz e
incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu
Santo, como vuestros padres.” Hch. 7:48-50.
Más adelante el
Espíritu Santo continua revelando a los apóstoles la realidad del verdadero
Templo de Dios. 1Pe. 2:4-10; 1Co. 3:16. Ef. 2:21. La Iglesia hoy es el Templo
de Dios. Esto no es una alegoría es una realidad. Dios no tiene otro templo en
la tierra, ni otro lugar donde manifestar su presencia y su gloria. Dios no
tiene otro lugar de oración y adoración sino allí “… donde dos o tres están reunidos
en Mí nombre… porque “nadie puede venir al Padre, sino por mí… Al igual que
nadie en el AT podía adorar a Dios sino en el Templo. Toda adoración, oración o
servicio (latria) ha de hacerse ahora por medio de y en Cristo, Eamanul, el
único Templo.
En estudios
pasados he enfatizado que Cristo es el modelo, el patrón y la medida de todo y
la vara por la que el Padre juzga todo y a todos. Jesús es el patrón, modelo y
medida de Templo, lugar de reunión o contacto entre Dios y el Hombre. Ahora la
Iglesia que él está edificando y donde él es la piedra angular es el Templo de
Dios en la tierra, la iglesia. Por tanto El es el Patrón, la medida y el modelo
de la Iglesia. La comunidad tiene que apuntar al Individuo, esto es, la iglesia
como cuerpo unido por el Espíritu ha de ser transformada a Su imagen y ha de
mostrar las características de Su Modelo. También, la iglesia es medida con la
vara de medir que es Cristo. Cada una de las iglesias de Apocalipsis son
juzgadas según alguna de los aspectos de la visión de Cristo; “…el que tiene
las siete estrellas en su diestra” “…el primero y el postrero”, “…el que tiene
la espada aguda de dos filos” etc.
Una iglesia local
es medida o juzgada no por la cantidad de miembros que tiene o departamentos o
ministerios, sino por “la medida de la plenitud de Cristo en ella”
Mi pregunta es
¿Cómo se mida la iglesia de hoy según este Modelo? ¿Cómo medirías tu iglesia
según esta Regla que Dios nos ha dado?
Cristo vino a
procurar una casa para el Padre, cuya casa somos nosotros. Vino a levantar un
lugar (no geográfico) donde Dios pueda manifestar su gloria, voluntad y amor.
Un lugar donde Dios pueda ser oído y obedecido. Es necesario que abandonemos
todo individualismo y que retomemos la visión de Cristo en lugar de nuestros
intereses propios. Es necesario que sepamos que sin la unidad del Espíritu
estaremos trabajando para algo que Dios mismo tiene que destruir porque es la
abominación desoladora, esto es, cuando el hombre entra en el templo de Dios y
se sienta como Dios.
Pero gloria a Dios
que el Dios Todopoderoso ha asegurado el final de todo. “…Y oí una voz del
cielo que decía; He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará
con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su
Dios.” Y otra vez dice; “…Y no vi en ella Templo; porque el Señor Todopoderoso,
es el Templo de ella y el Cordero.
SI OYERES HOY SU
VOZ
Adora hoy al Hijo
que ha procurado esto para los suyos y ha levantado para su Dios el Templo que
siempre ha deseado. El es el Hijo de David, el hombre, que ha hecho esta
maravillosa obra. Por eso es mayor que los ángeles, por eso a Él tenemos que oír.
En lo personal es
la medida de Cristo en mí y la medida en la que yo me niego a mi mismo por
medio de la cruz que la plenitud de Cristo es manifiesta en mi congregación y
solo así se puede cumplir lo que Pablo dice a los Corintios. 1Co. 14:25. “…y
así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente
Dios está entre vosotros.”
Hoy hemos oído a
Dios hablando por el Hijo como Casa de Dios y porque estamos en El nosotros
también somos casa. Pero es de suma importancia de hagamos la distinción de que
como individuo solo él es casa. Nosotros somos casa corporativamente en la
unidad del Espíritu. Ninguno de nosotros como individuos somos Casa de Dios en
la plenitud de Dios.